jueves, 30 de agosto de 2018

EL JAINISMO Y LOS MONJES JAINISTAS


Nataputta, que fundó el jainismo en el siglo VI a. de J. C., era hijo de un jefe hindú. Hasta los treinta años se entregó a la vida mundana; pero, cuando tenía dicha edad, murieron sus padres, desgracia que le causó tanta impresión, que abandonó a su mujer y parientes y comenzó a recorrer la tierra desnudo y consagrado por entero al ascetismo.

 
Las pruebas de mortificación a que se sometió, y la contemplación en que se absorbió, le dieron un gran autodominio y llegó a ser iluminado. Sus secuaces le aplican los epítetos de Mahavira ("Gran héroe"), Kevalin ("Sabio perfecto") y Jina ( "Conquistador" ).
 
El jainismo, que cuenta con un millón de seguidores, sobre todo en la porción noroccidental del subcontinente indio, se parece en cierta manera al budismo, puesto que, como éste, nació de la reacción contemporánea (siglo VI a. de J. C.) contra la fuerza creciente y sofocante del brahmanismo. Esa reacción se centró principalmente en dos puntos: la casta guerrera india, los ksatriya, quiso liberarse de la férula de los brahmanes y, además, y de modo paradójico, por motivos de hábitat, civilización y otros más, se declaró partidaria de la doctrina del amor a todos los seres y cosas.
 


El jainismo se divide en dos tipos de sectas (que a su vez tienen subsectas), llamadas digambara, cuyos miembros no van vestidos, y svetambara, vestidos de blanco. Es obligatorio en ellas ir desnudo o llevar la indumentaria del color mencionado.

El monje jainista lleva a extremos grotescos el mandamiento de no matar; por ejemplo, no se aparta de una escoba, con la que barre el sitio que va a pisar, a fin de no matar siquiera a los insectos más diminutos. Usa siempre un cuenco para pedir limosna y un velo para espantar los insectos de su boca. Tampoco está autorizado a molestar o matar los parásitos que se ceban en él. Descontando estas exageraciones, los monjes logran liberar su espíritu de los vínculos de la carne gracias a las Tres Joyas o triratna: conocimiento, fe y virtud.
 
El conocimiento enseña que en el mundo, puesto que se compone de átomos y espíritus eternos, no existe ningún ser supremo. Aceptan la transmigración o metempsícosis. Para librarse de la interminable cadena de los renacimientos hay que hacerse monje; cumplido este requisito, el espíritu se apartará de la materia que forma el cuerpo al cabo de ocho vidas, debido a algo que está más allá de la especulación humana.
 
La fe consiste en creer en las sagradas escrituras jainistas, los Agamas, y en las palabras de Mahavira, que fueron la fuente de tales escritos.
 
La tercera joya, o sea la virtud, depende del cumplimiento de cinco preceptos que son fruto del conocimiento y de la fe:
 
- 1º, No matar a nadie ni nada.
 
- 2º, No robar.
 
- 3º, No mentir.
 
- 4º, Abstenerse de los goces sexuales.
 
- 5º, Renunciar a todas las ligaduras de los sentidos.
 
La tendencia al ascetismo de los monjes jainistas quedó temperada por la intervención de los seglares, dedicados con éxito al comercio, puesto que sus doctrinas les impiden consagrarse a la agricultura, podrían matar involuntariamente cualquier ser vivo.
 
Asimismo, cuando la religión se amplió para dar cabida al hombre común, se introdujeron en el jainismo dos cambios, que tuvieron importante repercusión en él. Los monjes hubieron de renunciar a sus interminables vagabundeos para cuidar y orientar a los jainistas laicos; y, a consecuencia de la admisión de éstos, se formó una comunidad dispuesta a venerar al fundador de sus creencias, y así nació un culto organizado con fiestas, ídolos, templos y ofrendas de incienso y de flores.


 
Los santuarios jainistas son los más hermosos y costosos de la India.
 
Los jainistas no luchan contra el sistema de castas y algunos de ellos pertenecen a la superior, la de los brahmanes. En cambio, paradójicamente (como si quisieran probar que les preocupan más los seres irracionales que los humanos, aberración muy corriente por desgracia en nuestro mundo), financian asilos y hospitales para bestias, en muchas ciudades de la India occidental, en los cuales acogen cabras, vacas, aves o búfalos lisiados.
 
 
 
 

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