jueves, 9 de agosto de 2018

LEYENDA DE CABRAKÁN (LEYENDA INCA)


 Cabrakán era el segundo hijo de Vucub Caquix
 
—Yo derribo las montañas — decía.
 
Pero Hunahpú e Ixbalanqué vencieron también a Cabracán. Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá hablaron y dijeron a Hunahpú e Ixbalanque:

—Que el segundo hijo de Vucub-Caquix sea también vencido. Ésta es nuestra voluntad. Porque no está bien lo que hace sobre la tierra, exaltando su gloria, su grandeza y su poder, y no debe ser así. Llevadle con halagos allá donde nace el sol —les dijo Huracán a los dos jóvenes.

—Muy bien respetable Señor —contestaron éstos—, porque no es justo lo que vemos. ¿Acaso no existes tú, tú que eres la paz, tú, Corazón del Cielo?

Entretanto Cabrakán se ocupaba en sacudir las montañas. Al más pequeño golpe de sus pies sobre la tierra, se abrían las montañas grandes y pequeñas. Así lo encontraron los muchachos, quienes preguntaron a Cabrakán:




—¿A dónde vas, muchacho?

—A ninguna parte —contestó---. Aquí estoy moviendo las montañas, y las estaré derribando para siempre —dijo en respuesta.

A continuación Cabrakán les preguntó a Hunahpú e Ixabalanqué:

—¿Qué venís a hacer aquí? No conozco vuestras caras. ¿Cómo os llamáis?

—No tenemos nombre —contestaron aquéllos—. No somos más que tiradores con cerbatanas y cazadores con liga en los montes. Somos pobres y no tenemos nada que nos pertenezca, muchacho. Y precisamente hemos visto una gran montaña, allá donde se enrojece el cielo, y nos ha llamado la atención porque solamente caminos por los montes pequeños... Verdaderamente se eleva muy alto y domina la cima de todos los cerros. Así es que no hemos podido coger ni uno ni dos pájaros en ella, muchacho. Y hemos pensado..., ¿es cierto que tú puedes derribar todas las montañas, muchacho?

Cabrakán preguntó a su vez:

—¿De veras habéis visto esa montaña que decís? ¿En dónde está? En cuanto yo la vea la echaré abajo. ¿Dónde la visteis?

—Por allá está, donde nace el sol —dijeron Hunahpú e Ixbalanqué.

—Está bien; enseñadme nuestro camino —les dijo a los dos jóvenes.

—¡Oh, no! —contestaron éstos—. Tenemos que llevarte en medio de nosotros: uno irá a tu mano izquierda y el otro a tu mano derecha, porque tenemos nuestras cerbatanas, y si hubiere pájaros les tiraremos.

Y así iban alegres, probando sus cerbatanas; pero cuando tiraban con ellas, no usaban el bodoque de barro en el tubo de las cerbatanas, sino que sólo con el soplo derribaban a los pájaros cuando les tiraban, de lo cual se admiraba grandemente Cabrakán.

En seguida hicieron fuego los muchachos y pusieron a asar los pájaros en la lumbre, pero untaron una de las aves con tizate y la cubrieron de una tierra blanca.

—Esto le daremos —dijeron— para que se le abra el apetito con el olor que despide. Este nuestro pájaro será su perdición. Así como la tierra cubre este pájaro por obra nuestra, así daremos con él en tierra y en tierra lo sepultaremos. Grande será la sabiduría de un ser creado, de un ser formado, cuando amanezca, cuando aclare. Como el deseo de comer un bocado es natural en el hombre, el corazón de Cabrakán está ansioso.

Así decían entre ellos Hunahpú e Ixbalanqué, mientras estaban asando los pájaros que se iban dorando al cocerse, y la grasa y el jugo que de ellos se desprendía daba un olor de lo más apetitoso.

Cabrakán sentía grandes deseos de comérselos, se le hacía la boca agua, bostezaba y la baba y la saliva le corrían a causa del olor excitante de los pájaros. Luego, les preguntó:

—¿Que es esa vuestra comida? Verdaderamente, es agradable el olor que percibo. Dadme un pedacito.

Le dieron entonces un pájaro a Cabrakán. El pájaro que sería su ruina. Y en cuanto terminó de comérselo se pusieron en camino dirigiéndose hacia el Oriente, donde se encontraba situada la gran montaña.

Pero ya para entonces se le habían aflojado las piernas y las manos a Cabrakán, que ya no tenía fuerzas a causa de la tierra con la que habían untado el pájaro que comió, y ya no pudo hacerles nada a las montañas ni le fue posible, lógicamente, el hecho de derribarlas.

En seguida lo amarraron los muchachos. Le ataron las manos detrás de la espalda y le ataron también el cuello y los pies juntos. Luego lo tiraron al suelo y allí mismo lo enterraron.

De esta manera fue vencido Cabrakán tan sólo por obra de Hunahpú e Ixbalanqué.

No sería posible enumerar todas las cosas que éstos hicieron aquí en la tierra.

Fuente: Popol-Vuh. Las antiguas historias del Quiché.



 

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