miércoles, 5 de diciembre de 2018

LA PRINCESA SACRIFICADA, LEYENDA AZTECA


Acercándonos a los tiempos prehispánicos, nos encontramos con una gran variedad de leyendas íntimamente conectadas con la primitiva historia de la ciudad de México.
 
La mayoría de éstas tienen un carácter misterioso y pesimista y arrojan mucha luz sobre el oscuro fanatismo de una gente que podía inmolar a sus hijos sobre los altares de los implacables dioses.
 
Una de ellas se dice cómo, después de que los aztecas hubieran terminado la edificación de la ciudad de México, levantaron un altar a su dios de la guerra Huitzilopi.
 


En general, las vidas entregadas a estas deidades, casi todas sanguinarias, fueron las de los prisioneros de guerra, pero en épocas de calamidad pública demandaba el sacrificio de los más nobles del lugar.

En cierta ocasión, su oráculo requirió el sacrificio de una princesa real ante el altar mayor. El rey azteca, no poseyendo hijas propias o bien no entrando en sus cálculos el hecho de sacrificarlas, envió una embajada a visitar al monarca de Colhuacan para pedir que una de sus varias hijas ocupara el trono de la madre simbólica de Huitzilopochitli.
 
El rey Colhuaca, no sospechando nada raro y altamente halagado por dicha distinción, entregó a la chica, quien fue escoltada hasta México, donde fue sacrificada con mucha pompa, siendo su piel desollada para vestir el sacerdote que representaba a la deidad en la fiesta.
 
El infeliz padre fue invitado a esta horrible orgía, aparentemente para presenciar la deificación de su hija. En los tenebrosos aposentos del templo del dios de la guerra él fue al principio incapaz de advertir el curso del horrible ritual. Pero dándole una antorcha de goma de copal, vio al sacerdote oficiante vestido con la piel de su hija, recibiendo el homenaje de los fieles.
 
Reconociendo los rasgos de su hija, enloqueció de aflicción y horror, huyendo destrozado del templo, para pasar el resto de sus días enlutado por el asesinato de su hija.
 
 

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