lunes, 13 de agosto de 2018

MITOLOGÍA DE LA CREACIÓN CHINA Y LA LECTURA DE LAS CONCHAS DE TORTUGA


Hay una considerable diferencia entre las divinidades de la China clásica, que termina con la dinastía de los Han (año 9 d. de J. C.), y las de las épocas posclásicas, cuando los dioses son más abundantes, tienen diversos orígenes (taoísta, budista, cultos locales) y ofrecen una personalidad más definida.
 
Los dioses antiguos de China son relativamente pocos y apenas se representan en obras artísticas. Además, su personalidad resulta muy vaga en las fuentes, lo cual no quiere decir que no existan mitos referentes a ellos, sino que los datos se presentan de modo fragmentario y episódico. Antes de referirnos a estos mitos, convendrá que revisemos lo que se sabe de las primitivas creencias chinas.
 
Los más antiguos vestigios de las mismas son los huesos de animales y conchas de tortuga que se empleaban en la adivinación, por medio de la observación de las grietas que en ellos producía el fuego. A veces las preguntas y las respuestas se grababan en el material empleado en el proceso de consulta. Ésta tenía por objeto todas las cuestiones que afectaban a la vida de la comunidad, tales como la lluvia, el viento, las expediciones guerreras y de caza, sacrificios, etc.

Los seres a quienes se interrogaba eran los antepasados. Gracias a esta forma oracular sabemos que la religión china tradicional se refería al Tien (el cielo), que recibe asimismo el nombre de Sang-ti "Supremo dominador" o "Soberano del mundo superior"), cuya figura paralela es el soberano de la tierra, o sea el fundador del clan, al que todos los miembros de la familia o estirpe veneran como si fuera un dios.


Tien o Sang-ti no es un concepto doctrinal, teológico, sino ético, pues no se ha de olvidar la idiosincrasia práctica del pueblo chino. Antes de que el advenimiento de los Chou impusiera un cambio fundamental en las concepciones religiosas, se practicaban con frecuencia sacrificios humanos durante los funerales, o con ocasión de la erección de nuevos edificios, en los que se ofrecían normalmente por víctimas esclavos, procedentes de los enemigos vencidos, al propio tiempo que animales. Los muertos se inhumaban en sepulturas excavadas en la tierra.

Los Chou conservaron el culto anterior a los antepasados e impusieron la creencia de que una entidad superior concede el poder al monarca virtuoso y priva de él al rey indigno. Es virtuoso el soberano que se consagra a la devoción del Tien y cuida del bienestar del pueblo, pues no en balde está encargado de mantener la armonía entre el cielo y la tierra.
 
Todos los seres dependen de la unión de los dos, que representan al padre y la madre asociados. Se trata, pues, de un culto oficial, que no logra borrar las creencias anteriores, creencias que se manifiestan en un panteón cuyas figuras mitológicas, fruto de la unión de unas y otras nociones, pierden poco a poco su contenido sobrenatural con la decadencia de la dinastía.
 
Los mitos tratan principalmente de la creación del universo y existen varias versiones de los mismos, que procuraremos unificar para que proporcionen datos más conexos. (Téngase en cuenta que en esta labor reunimos elementos dispersos y a veces incoherentes.)
 
El cielo y la tierra estuvieron íntimamente entremezclados, como lo que constituye el interior de un huevo. Dentro de ellos se generó el Pan-ku "lo antiguo replegado en sí mismo"?), hasta que, al cabo de dieciocho milenios, se dividió entre lo brillante y luminoso (el cielo) y lo pesado y oscuro (la tierra); tras un período de milenios igual al anterior, el cielo empezó a crecer en altura y la tierra en espesor, y así acabaron por separarse de modo enorme.
 
Muerto Pan-ku, su aliento se transformó en el viento y las nubes, su voz en el trueno, sus ojos en el Sol y la Luna, sus extremidades y dedos en las cuatro divisiones de la tierra y las cinco grandes montañas, su carne en el suelo, su sangre en los ríos, etc.
 
Hun-tun (que personifica la unión primordial de cielo y tierra) se representa como un ser que vive al sudoeste de la montaña de los Cielos; está provisto de cuatro alas y seis pies, tiene color de fuego, carece de rostro y ostenta forma de saco.
 
La separación del cielo y la tierra se explica de otra manera en distintos textos, pertenecientes a fuentes más particulares, que, por lo tanto, entrañan creencias menos generalizadas. Relacionada con ellas está la idea de una edad de oro, en que los hombres no conocían la muerte, ni el trabajo, ni el dolor, ni la angustia. A consecuencia de una transgresión ritual, se interrumpió el trato entre el cielo y la tierra, y los dioses se retiraron al primero. Desde entonces los hombres perdieron la inmortalidad y hubieron de trabajar para ganarse el sustento.
 
No está muy claro cuál sería la transgresión ritual. Pudiera ser la pérdida de la inocencia o de alguna otra facultad, como la de volar para acercarse a los dioses. Nue-kua (la "Mujer Kua"), cuya figura se precisa en la época de los Han, tiene ecos en las creencias primitivas. Aparece asociada, bajo los Han, como esposa o hermana, a Fu-hsi ("domesticador de animales"), que enseñó a los hombres a cocinar, hacer redes y cazar. Ambos seres mitológicos se representan en algunos monumentos con la parte superior del cuerpo de aspecto humano y la inferior como dos serpientes enlazadas; él empuña una herramienta de carpintero y ella un compás.


 
La narración mitológica que atañe a Nue-kua, y atribuible al período taoísta, es la que sigue:
 
Las cuatro columnas que señalan la situación de los cuatro puntos cardinales se quebraron en la antigüedad y las provincias habitables del mundo se dividieron. Como el cielo no cubría del todo a la tierra, ni ésta aguantaba por completo a aquél, hubo terribles catástrofes, así como devastaciones debidas a las peores alimañas, hasta que Nue-kua fundió cinco piedras de distinto color y creó con ellas el firmamento azul. Hecho esto, amputó las patas a una tortuga y las utilizó como pilares del universo; mató, además, un dragón negro para salvar a las provincias amenazadas de extinción y contuvo las inundaciones con ceniza de cañas. De este modo, pudo establecer o recompensar la armonía universal, fijar el curso de las estaciones, amansar las aves y librar de preocupaciones a los humanos.
 
Junto a las cuatro columnas, que son montañas, y cuyo número original, o al menos más antiguo, era de ocho, se hallan las fibras (wei) de la tierra, en igual cantidad, fibras que tal vez haya que interpretar como las cuerdas que sujetan el dosel del firmamento a la plataforma de la tierra.
 
También tiene valor cosmológico la lucha habida entre Kung-kung, un ser rebelde, representado como un monstruo de cuerpo de serpiente y con astas en la cabeza, y Chuan-hsue, gobernante legendario.
 
Kung-kung, durante su estéril contienda con Chuan-hsue, se desplomó sobre la montaña noroccidental, llamada Pu-Chou, y rompió la columna que en aquel paraje unía la tierra con el cielo. Entonces intervino Nue-kua y reparó el destrozo de forma similar a la antes descrita.
 
Otro mito reconoce a Nue-kua como creadora de los humanos: comenzó a modelarlos con tierra amarilla; pero como la tarea se prolongaba y el tiempo urgía, tendió una cuerda en el barro y tiró de ella hacia arriba para que las criaturas tuvieran posición vertical. De aquí que los aristócratas y plutócratas sean seres de tierra amarilla, y los pobres y el vulgo los hombres hechos por medio de la soga.
 
Nue-kua aparece también como la institutora del matrimonio y, por lo tanto, como la diosa del mismo. De sus entrañas nacieron diez espíritus que moran allende los mares del noroeste.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario