domingo, 26 de agosto de 2018

TAOISMO: DIOSES DE INNUMERABLES ORÍGENES


La diferencia que existe entre el taoísmo, una de las principales religiones chinas, y las otras dos más importantes, o sea el confucianismo y el budismo (en la práctica las tres pueden considerarse en China como partes de un mismo cuerpo), estriba en su carácter mágico y religioso, frente a la índole político-moral del confucianismo y al carácter metafísico del budismo.

Puede decirse que sólo establecieron distinciones entre ellas sus respectivos sacerdotes. Por esta razón se encontraban antaño en la China continental los templos llamados de "las tres doctrinas", en los que se veneraban imágenes de Buda, Confucio y Lao-tse.
 
El taoísmo deriva de la doctrina del tao, pero no como la expuso Lao-tse, sino de un aspecto corrupto de la misma, y puede definirse como la primera fe popular china, con adiciones más o menos puras de filosofía, tradición y ritual.
 
Lao-tse fue un filósofo que, con Confucio, se convirtió en la personalidad más influyente de la vida espiritual de China. El nombre con que le conocen los occidentales no es, en realidad, sino un epíteto que significa "filósofo venerable" antes de que consiguiera celebridad y se le denominase por él, se llamó Li Erh (c7.604-5312). Fue archivero en la corte de los Chou; salvo esto, muy poco se sabe de su vida.



Su pensamiento está contenido en el Tao Te King: el tao, "camino" informe es lo absoluto, y el te el poder inherente en cada cosa; el primero da nacimiento a todo y el segundo lo cría. Comprender las acciones del tao equivale a entender los misteriosos cambios del universo; quien lo consiga comprenderá que la desdicha se apoya en la felicidad y que lo más débil supera a lo más fuerte. Existe una armonía en lo invisible y en todas las cosas de la naturaleza.
 
Lao-tse formuló la teoría de que es necesario hacer todo sin hacer nada. Algunas de sus ideas influyeron en varias sectas budistas chinas, especialmente en la chan o zen. El libro sagrado del taoísmo es El tratado de las acciones y sus retribuciones, compuesto hacia el siglo XI, cuyas doscientas doce sentencias se reúnen en cinco secciones.
 
Es típicamente chino por la síntesis que presenta de la moral y teodicea terrena, propia del confucianismo, y de la inmortalidad, tomada del budismo. El taoísmo adquirió también del budismo la doctrina del infierno. Las secciones del tratado aludido encierran los siguientes principios: la felicidad depende de la virtud como la desdicha procede del vicio; los espíritus que residen en el cielo, la tierra, la Osa Mayor y dentro del hombre efectúan su intervención a costa de privar de algunos días a la vida del individuo; el hombre debe practicar la virtud si quiere ser inmortal; las personas deben huir de los vicios; cuando incurre en la desobediencia de este principio, el individuo debe arrepentirse.
 
Los sacerdotes taoístas, que en su manifestación más antigua estaban quizá a la altura de los shamanes (magos animistas) siberianos, se transformaron en monjes y monjas, con monasterios y templos, por influencia del budismo. Se encargan desde entonces de la dirección y ejecución de las ceremonias rituales, en las que se veneran a los dioses estatales y cívicos; preparan amuletos que se sujetan a las puertas para impedir la entrada de los malos espíritus en los domicilios; y purifican las personas, las casas, lugares públicos y calles con el mismo fin.
 
Hay dos clases de sacerdocio. Una de ellas, que respeta los principios de Lao-tse, observa el retiro, el celibato y la unión mística con el Ser Supremo; otra, extraída de las capas más bajas de la sociedad, se compone de miembros ignorantes, inmorales y corrompidos, cuyo cargo no es hereditario y que pueden casarse.
 
En el taoísmo se reúnen elementos heterogéneos, tales como la adivinación, la magia, la superstición, la geomancia, la astrología y la alquimia. El cultivo de esta última hizo perder mucho tiempo y energía en busca del elixir de la vida y de la transmutación de las cosas en oro; el mismo efecto tuvo la geomancia (incluso llegó a ser un obstáculo para el progreso), llamada feng-sui, según la cual una casa o una tumba deben construirse atendiendo a las corrientes magnéticas y al influjo de animales, como el tigre blanco y el dragón azul.
 
Entre los dioses y seres sobrenaturales existen innumerables espíritus cuya influencia diurna y, sobre todo, nocturna se teme de manera desmedida. Junto a ellos existen animales y árboles sagrados como el zorro, la serpiente, el erizo, el sauce, el melocotonero y el pino.
 
Hay dioses de carácter especializado, en el sentido de que tienen una función específica; muchos de ellos no son más que seres humanos notables que merecieron el honor de ser divinizados, como, por ejemplo, Tsai-Sin, dios de la riqueza, Wan-chang, deidad de las letras, y Kwanti, señor de la guerra, a los que veneran respectivamente los comerciantes, los estudiantes y eruditos, y los soldados.
 
Otros dioses tienen carácter astral o telúrico, como los de los elementos, astros y estrellas; el culto al Sol pervive en las hogueras de las fiestas primaverales. El Rey-dragón, cuya imagen es bastante conocida por los occidentales, es el dios de las aguas en todas las formas imaginables; se le ve en las formaciones de nubes portadoras de lluvia y tiene muchos templos junto a los mares, ríos y riachuelos importantes.
 
Los San Ching, "Los tres puros", son una triple manifestación de Lao-tse y tenían en un principio la función de regir el mundo; pero como estaban sumidos en la contemplación del absoluto, y el universo no podía carecer de inspector, surgió con tal capacidad el "Soberano dios espléndido como una gema", o Yu Hwang Sang Ti; Yu Hwang fue un mago que vivió en el siglo VI a. de J. C.
 
Entre las fiestas (muchas de las cuales son una síntesis posterior de las celebradas por las religiones principales de China) cabe citar la de la Mitad de Otoño, en honor de la tierra después de la cosecha, con ceremonias religiosas en los templos, banquetes y espectáculos circenses, que duraban quince días, si el año había sido beneficioso.
 
La fiesta de las Linternas, que coincidía con el día 15 de la primera luna, duraba cuatro días; durante ella, en todos los lugares, incluso los más insospechados, se encendían linternas de todos los tamaños, formas y colores. Se aprovechaba la ocasión para visitar de noche a los amigos y parientes, admirar las combinaciones luminosas, comer dulces y presenciar los fuegos artificiales.
 
El día 23 de la segunda luna se celebraban ritos fúnebres en honor de los muertos, cuyas tumbas se limpiaban de hierbas, suciedad, etc.

 
 
 

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