Nataputta, que fundó el jainismo en el siglo VI a. de J. C., era hijo de un jefe hindú. Hasta los treinta años se entregó a la vida mundana; pero, cuando tenía dicha edad, murieron sus padres, desgracia que le causó tanta impresión, que abandonó a su mujer y parientes y comenzó a recorrer la tierra desnudo y consagrado por entero al ascetismo.
Las pruebas de mortificación a que se sometió, y la contemplación en que se absorbió, le dieron un gran autodominio y llegó a ser iluminado. Sus secuaces le aplican los epítetos de Mahavira ("Gran héroe"), Kevalin ("Sabio perfecto") y Jina ( "Conquistador" ).
El jainismo, que cuenta con un millón de seguidores, sobre todo en la porción noroccidental del subcontinente indio, se parece en cierta manera al budismo, puesto que, como éste, nació de la reacción contemporánea (siglo VI a. de J. C.) contra la fuerza creciente y sofocante del brahmanismo. Esa reacción se centró principalmente en dos puntos: la casta guerrera india, los ksatriya, quiso liberarse de la férula de los brahmanes y, además, y de modo paradójico, por motivos de hábitat, civilización y otros más, se declaró partidaria de la doctrina del amor a todos los seres y cosas.