jueves, 9 de agosto de 2018

AZTECAS: EL DIOS DEL FUEGO, MICTLÁN Y CHALCHIHUITLICUE

 
EL DIOS DEL FUEGO

Esta deidad era conocida en México bajo varios nombres, entre los que destacan Tata (Nuestro padre), Huehueteotl (el Mayor de los Dioses) y Xiuhtecutli (el Señor del Año). Está representado con el color del fuego, con la cara negra, un tocado de plumas verdes y, a la espalda, una serpiente que representa la naturaleza serpenteante del fuego.
También llevaba un espejo de oro que demostraba su relación con el Sol, del que emanaba todo el calor.
 
Cuando llegaba la mañana, todas las familias mexicanas hacían a Xiuhtecutli una ofrenda, que consistía en una pieza de pan con una bebida. Él no era sólo, como Vulcano, el dios del rayo y de las conflagraciones, sino también el pacífico dios del corazón doméstico.
 
Una vez al año se extinguía el fuego en todos los hogares mexicanos y se reavivaba por fricción ante el ídolo Xiuhtecutli.
 

Cuando nacía un niño mexicano, era sometido a los cuatro días del bautismo de fuego que se encendía cuando había nacido y se mantenía ardiendo para mantener su existencia.

MICTLÁN

Mictlantecutli (Señor del Infierno) era el dios de la muerte y del reino de la maldad y de las sombras, adonde acudían las almas de los hombres después de su morada mortal.
 
Está representado en las pinturas como un monstruo horrible, con una boca enorme a la que caían los espíritus de la muerte.
 
Su horrenda morada se conocía como Tlalxicco (el Ombligo de la Tierra), pero los mexicanos, por lo general, creían que estaba en el lejano Norte, lugar considerado como de hambre, desolación y muerte. Aquí, aquellos que fallecían en circunstancias no aptas para entrar en el paraíso de Tlaloc (a saber, a los que no habían muerto ahogados o en la guerra, o en el caso de las mujeres, las que no habían muerto en el parto) pasaban una existencia aburrida y carente de sentido.
 
Mictlán estaba rodeado de una especie de demonios llamados tzitzimimes, y tenía una esposa, Mictecacivatl.

CHALCHIHUITLICUE

Esta diosa era la esposa de Tlaloc, el dios de la lluvia y la humedad.
 
El nombre significa señora del manto esmeralda, en alusión al color del elemento sobre el que presidía la diosa.
 
Era venerada especialmente por los aguadores de México y todos aquellos cuyo trabajo les tenía en contacto con el agua.
 
Su vestimenta era peculiar e interesante. Alrededor del cuello llevaba un magnífico collar de piedras preciosas, de las que colgaba un pendiente de oro. Era coronada con una diadema de papel azul decorada con plumas verdes. Las cejas eran de turquesa, dispuestas como un mosaico, y su vestido era de un nebuloso color verde azulado, que recordaba el color del agua de los mares de los trópicos.
 
Su apariencia se resaltaba con una aureola de flores marinas o plantas acuáticas y en la mano izquierda también llevaba una, mientras que en la derecha llevaba un jarrón con una cruz en la parte superior, emblema de los cuatro puntos de la brújula, de donde viene la lluvia.



 

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