martes, 28 de agosto de 2018

AKENATÓN, EL SERVIDOR DE ATÓN

 
Los faraones más notables de la dinastía XVIII, con el encumbramiento de Amón-Ra como dios de la familia reinante, asistieron al beneficio inaudito que los sacerdotes obtenían de su culto.
 
El clero egipcio había consolidado su poder, que llegó a ser asfixiante, al recibir una parte de los tesoros capturados al enemigo, en las campañas de expansión territorial, y de los cautivos hechos al adversario, amén de las donaciones de tierras debidas a la piedad de los príncipes y altos dignatarios. Así, el templo de Karnak llegó a ser una enorme construcción de esplendor inconcebible.
 
Amenofis (1408-1372) se percató del creciente peligro que significaba para la autoridad real el poderío del sacerdocio. Como expediente con que aminorarla, se decidió a trasladar su palacio lejos del santuario.


En su nueva mansión construyó una capilla, consagrada al Sol, en la cual quiso resucitar la antigua y tradicional teología de Heliópolis, porque en ella no figuraba Amón. Su hijo y sucesor, Amenofis o Amenhotep IV (1372-1354) chocó, a los cuatro años de reinado, con los sacerdotes de Tebas y, como compartía las opiniones de su padre, se produjo una crisis que concluyó en reforma religiosa y que se resolvió en contienda religioso-política.
 
Amenofis IV abandonó las inmediaciones de Tebas y fundó a cierta distancia de Hermópolis, y en la ribera opuesta del Nilo, una capital, el-Amarnah. En su innovación se acogió a la teología hermopolita, que nunca había tenido carácter popular, y consideró a Amón como usurpador del puesto destacado que ocupaba en la mitología egipcia, y lo mismo decidió sobre la caterva de dioses subordinados a él. Hizo desaparecer de todas las inscripciones, escritos y monumentos el nombre de los componentes de dicho panteón.
 
En la nueva religión la manifestación visible, esencialmente monoteísta, de la divinidad era la del disco solar, que se representaba como un Sol cuyos rayos terminaban en manos, que se extendían hacia la Tierra, dispuestas a obrar de modo universal. El disco actuaba libre, espontáneamente y sin intermediarios, y recibió el nombre de Atón. El propio monarca cambió el suyo, Amenofis, en Akenatón o Ajenatón, "Servidor de Atón", y llamó a su capital Ajetatón, el "Horizonte de Atón".
 
Era una reforma o herejía de carácter místico, que tendía a implantar en todos los dominios la verdad o lógica, por la cual Amenofis IV quiso resolver todas las contradicciones existentes en el cuerpo de creencias egipcias de carácter popular.
 
Actualmente se reconoce que el monoteísmo se conoció en Egipto con anterioridad a este faraón, pero en él se confundían concepciones filosóficas, de índole casi esotérica, propias de las clases cultas, con groseras concepciones politeístas.
 
La originalidad de este movimiento religioso consistió en el valor moral que probó tener dicho faraón al enfrentarse con una corriente nacida de una tradición inmemorial. Al prescindir de este fundamento, siguió una dirección contraria a la del pensamiento egipcio y no fue comprendido.
 
Este brusco corte de lo tradicional suscitó la oposición popular, atizada por la hostilidad de los sacerdotes de Amón, y a poco de morir Amenofis, en el reinado de su sucesor Tutankamon, Egipto volvió al culto de Amón y el rey hereje fue maldecido y olvidado, hasta el punto de que se destruyeron sus monumentos y se anatematizó su nombre.
 
 
 
 

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