viernes, 16 de septiembre de 2016

COMO ISIS CONSIGUIÓ EL NOMBRE SECRETO DE RA


Ra, creador del Sol, era visto en Egipto en forma de disco solar, pero le conocían de otras muchas formas.
 
Aparecía como hombre coronado, y como halcón u hombre con cabeza de halcón; los egipcios también representaban a Ra, en forma de escarabajo empujando el sol en el cielo, corno si fuera una bola de estiércol. En las oscuras cavernas bajo la tierra había escondidas setenta y cinco formas de Ra; misteriosos seres con cuerpos momificados y cabezas de pájaro o serpiente, plumas o flores.
 
Los nombres de Ra eran tan abundantes como sus formas; era el Renovador, el Resplandor, el Viento de las Almas, el Exaltado, pero uno de sus nombres no había sido mencionado nunca.
 
Para conocer el nombre secreto de Ra había que tener poder sobre él y sobre el mundo que había creado. Isis anhelaba este poder. Ella había soñado que un día tendría un hijo con cabeza de halcón llamado Horus, y quería que le fuera concedido cl trono de Ra.

Isis era la diosa de la Magia, más sabia que millones de hombres, pero sabía que no había nada suficientemente poderoso para dañar a Ra. Su única elección era volver contra el creador su propio poder, y, por fin, Isis ideó un cruel y astuto plan.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

MINERVA Ó ATENEA

 
La venida al mundo de Minerva tuvo lugar de un modo muy original. Bien es verdad que Júpiter no fue ajeno a la aventura ya que como bien sabemos el señor de los Dioses es experto en misterios y fantasías.
 
Un día Júpiter descubrió la bella y graciosa ninfa Metis, hija del Océano y de Tetis, la más inteligente y virtuosa entre todas las ninfas; y para darle una prueba de su gran afecto empezó por comérsela. Pero, poco tiempo después, comenzó a sentir que su cerebro vacilaba, a pesar de su innegable potencia, torturado por violentos dolores de cabeza...
 
No pudiendo soportar aquel dolor intolerable, decidió poner en práctica un medio enérgico y llamó a Vulcano, el famoso herrero, al cual pidió por favor que se sirviera abrirle el cráneo de un martillazo bien dado. Esta operación, para el dios del fuego, resultaba un juego infantil sin importancia alguna. Vulcano cogió su herramienta, fue al encuentro de Júpiter y "con mano decidida le abrió en la frente una profunda herida".
 

NUM O LAS AGUAS PRIMIGENIAS DE EGIPTO


La mayoría de las leyendas de la mitología egipcia eran tan bien conocidas popularmente que raramente llegaban a ser escritas. Frecuentemente, un mito es parte de referencias dispersas en himnos y oraciones, inscripciones en templos y pirámides y otros extraños orígenes, como los hechizos que se suponía curaban las mordeduras de escorpión.
 
Muchos antiguos escritores griegos, fascinados por las deidades egipcias, reprodujeron sus mitos, pero es difícil saber a ciencia cierta si estas versiones tienen muchos cambios con respecto al original. Algunos mitos, como el de la muerte y resurrección de Osiris, eran representados durante las ceremonias reales y en los templos cuando llevaban a cabo algún ritual.
 
Los sacerdotes de los grandes centros religiosos, como el templo de Ra en Heliopolis, el templo de Ptah en Menfis o el templo de Thoth en Hermópolis, representaban ciclos de mitos con su propia deidad corno figura central. Todos estos ciclos incluían los mitos de la creación, porque para los egipcios fue el único suceso realmente importante de la historia.

martes, 13 de septiembre de 2016

LOS JUEGOS OLÍMPICOS


Muy cerca de la ciudad de Olimpia, se celebraban en la antigüedad, en honor de Júpiter, unas grandes fiestas cuya fama ha llegado a nosotros a través de los siglos: Los Juegos Olímpicos.

Estas fiestas, llamadas "juegos", tomaban por pretexto el culto de la divinidad. Pero, en realidad, se trataba de diversiones que, con gran satisfacción del pueblo, organizaban los magistrados.

En todas las épocas, "el panero et circenses" (pan y juegos de circo) fue tan preferido de Grecia como de Italia, y la atracción de estas fiestas públicas o nacionales se ha ido perpetuando de siglo en siglo y de generación en generación.

Los Juegos Olímpicos, pues, comenzaron bajo los auspicios de la religión. Tenían lugar cada cinco años, durante una luna nueva. Comenzaba la solemnidad con los sacrificios que el pueblo ofrecía en el templo de Júpiter. Los altares, cubiertos de flores, estaban embellecidos con adornos magníficos; la sangre de las víctimas manaba a torrentes; y las ceremonias se prolongaban hasta bien entrada la noche, bajo la luz de la luna. Los instrumentos sagrados acompañaban con su dulce ritmo las oraciones de la multitud.

A los primeros fulgores de la aurora se tomaban las disposiciones necesarias para comenzar los juegos. Los premios se disputaban en el stadium y en el hipódromo según la naturaleza de las pruebas; el estadio estaba reservado a las carreras a pie y a combates diversos; el hipódromo estaba dedicado a las carreras de caballos y de carros. El estadio y el hipódromo, que, como hemos dicho, constituían la carrera olímpica, estaban armoniosamente guarnecidas de estatuas y de altares, ofreciendo una vista de conjunto grandiosa e imponente.

Antes de efectuarse el alistamiento definitivo de los concurrentes a las pruebas, éstos comparecían ante los jueces que debían fallarlas y prestaban juramento de comportarse lealmente y de no recurrir jamás a ninguna artimaña o recurso ilegal. La lealtad y el honor, pues, debían inspirar sus esfuerzos. Los parientes y amigos de los interesados eran testimonios de la fe jurada.

EL NACIMIENTO DE VENUS

 
El sol hace brillar los contornos de una inmensa concha marina bogando por las azules olas del Mediterráneo, contornos originalmente adornados por la blanca espuma. Mecida dulcemente por el suave aliento del céfiro perfumado, va acercándose lentamente hacia la orilla de Chipre; choca en ella y se abre milagrosamente.

Una preciosa criatura, de una belleza sin igual, aparece. Asistís al nacimiento de Venus, de Venus Anadiómena (que significa aparecida fuera del agua), De Venus Astartea, hija de la onda amarga.

Las Horas, hijas de Júpiter y de Temis, diosa de la Justicia, van a recibirla, compartiéndose el placer y el honor de enseñarle todo su saber y toda su experiencia. La enseñan la gracia y la sencillez, la instruyen sin pedantería y la educan con una delicadeza y una distinción ejemplares.

Venus, además, no necesita lección alguna en materia de coquetería y arte de embellecer, porque, afortunadamente, la naturaleza le prodigado inmensas gracias. Con unas cuantas flores por adorno, tenía bastante para avivar la luminosa blancura de su cuerpo inmaculado; en sus cabellos, de un oro incomparable, colocará una corona de rosas y de mirtos cuyos pétalos realzarán el divino nácar de sus espaldas impecables.
 

CARACTÉRISTICAS DEL SIGNO DE TAURO

 
Tauro, el toro potente y generoso cuyo solo nombre sugiere ardor y virilidad, no es más que una vaca. Porque Tauro, en realidad, es signo femenino, protegido, como nos dice Manilio, por la diosa de Citera, o sea, Venus. Por otra parte, en todas las representaciones zodiacales de la Antigüedad, el toro aparecía sólo de medio cuerpo, por lo que los atributos del sexo quedaban fuera de la imagen.
 
Algunos han querido ver en este ser mítico a la vaca lo, pero tal vez haya que buscar su origen en la diosa Istar o en el dios babilonio Sin que mantenía estrechas relaciones con la Luna. Porque el signo de Tauro, en la tradición astrológica, es el lugar de exaltación de la Luna.
 
Otros autores asocian al signo del toro con el buey egipcio Apis, ya que los lazos que unían a Apis con la Luna eran también muy íntimos, hasta el extremo de que se creía que la cola de este animal crecía o disminuía de acuerdo con las fases del Astro de la Noche.
 
Pero quien ostenta el dominio de este signo y lo protege es Venus Afrodita. De manera que empezaremos por la historia de Venus.

La diosa de la Belleza era hija de Júpiter, como su hermanastra Palas, pero tuvo por madre a la espuma del mar, de la que un día surgió desnuda y resplandeciente. Muchos pintores del Renacimiento plasmaron la escena, una de las más conocidas de la mitología griega.

 

lunes, 12 de septiembre de 2016

JÚPITER OLÍMPICO


Un soberano existe, reconocido universalmente por todos los poetas y autores mitológicos, como señor de los dioses y de los hombres. Nos referimos a Júpiter. El es el Dios por excelencia. A él perece al Olimpo, del cual se atribuye el nombre que le orgullece de una manera especial: Júpiter Olímpico.
 
Se elevaron numerosos templos para glorificarlo. Pueden contarse por docenas, siempre con un nombre disto, según el lugar que ocupan o según el acontecimiento que pretende consagrarse a su memoria.
 
En Roma, por ejemplo, Júpiter Capitolino es adorado en la montaña del Capitolio, cerca de la roca Tarpeya, donde Júpiter Tarpeyo recibe los votos y las oraciones.
 
Júpiter Estátor, es decir, que detiene, ha sido glorificado por haber unido a los romanos que huían, dispersos el ejército de los sabinos.
 
Júpiter Lapis, que significa "piedra" en latín, conmemora la piedra que Rea ofreció a Saturno en lugar de su hijo Júpiter.
 
Existen además toda una colección de adjetivos apropiados a los diversos efectos de su potencia: Júpiter Tonante, que hace temblar el mundo con el horroroso estrépito del trueno; Júpiter, Fulminante, que lanza rayos y relámpagos; Júpiter, Dios del Día, que ilumina el Universo con un inusitado resplandor...
 

JÚPITER Y LEDA

 
Al pie del Taigeto, montaña del Peloponeso, en tierras de Laconia, se desliza el Eurotas, el río de los laureles rosa. A sus orillas plácidas, los plátanos de anchas hojas y las hayas de tronco liso se disputan, en silencio, el honor de proyectar una sombra refrescante durante los días cálidos del verano. Muy cerca de las orillas crecen las flores más bellas del Universo.
 
Los blancos cisnes van a refugiarse en aquel lugar poético, después de sus elegantes y fluviales paseos bajo la alegre luz solar. El conjunto invita al reposo y al ensueño.
 
Leda, hija de Tescio, rey de Etolia o de Glauco y de Leucipe,  pero con toda certeza esposa legítima de Tíndaro, rey de Esparta, sentía delicioso placer en refugiarse, a los primeros fulgores de la aurora, en aquel rinconcito celestial. Experimentaba un bienestar divino echándose sobre el musgo dejando que su cuerpo precioso se destacara sobre el verde tapiz con una belleza digna de inspirar el cincel de Fidias o de Praxíteles.
 
Sus miembros, suavizados por la onda pura en que se ha bañado, aparecen en toda su gracia. Unos ligeros velos diáfanos dejan entrever la perfección de su divino cuerpo desnudo. El espectáculo es a propósito para atraer la atención del señor del Olimpo. Júpiter lo cree así. Pero ¿de qué medio se valdrá para aparecer en aquel lugar solitario sin asustar a la plácida princesa?
 

domingo, 11 de septiembre de 2016

JÚPITER E IO


Juno pasaba por tener un carácter desagradable, irascible y quisquilloso, y los partidarios de Júpiter se aprovechaban de ello para justificar sus fugas aventureras y aventuradas. Pero, hay que confesar, que Júpiter iba un poco lejos en sus fantasías y que se tomaba esas cosas con demasiado desahogo.

¿De qué lado habían surgido los primeros motivos? No lo sabemos. Sobre lo que todo el mundo está de acuerdo, es, precisamente, en el desacuerdo conyugal que reinaba en el seno del divino matrimonio.

Juno era cada día más insoportable y ejercía sobre los actos de Júpiter una vigilancia cada vez más minuciosa y severa. Su desconfianza, continuamente alerta, hizo que se fijara en las exageradas asiduidades de su inconstante esposo para con la casta Io, hija de Inaco, rey de Argos.

Júpiter, por su parte, no dormía. Con la buena intención de sustraer la hermosa criatura a la temible influencia de su compañera, recurrió una vez más a su estratagema habitual, la metamorfosis. Ahora que, por esta vez, la transformación no se operó en él sino en la deliciosa Io, la cual se convirtió en una exquisita ternera, blanca como la leche, ágil como ninguna otra, pues no tenía igual, saltando y corriendo por los prados llenos de flores y arrayán.

JÚPITER Y DANAE


Un rey de Argos, Acrise, tuvo la ocurrencia de a consultar el oráculo de Delfos, sobre su porvenir.

A veces, el deseo de penetrar en los arcanos del Destino acarrea consecuencias desagradables. Así le pasó al rey:

El oráculo le impulsa a desconfiar de un nieto que debía quitarle el trono y la vida.

Acrise, al principio, olvidó advertencia, porque empezaba por no tener nieto alguno y su hija única, Dánae, no se había casado. ¿Qué podía temer?

JÚPITER Y EUROPA


Orgulloso y digno como él solo, Júpiter no quiere que sus éxitos sean atribuidos a su corona y abandona su majestad divina para tomar modestamente la apariencia humana, dispuesto, de todas maneras, a transformarse en un animal de su gusto, a la primera oportunidad.
 
Las ninfas, de aire jovial y de cara sonriente, retuvieron inmediatamente su atención. Entre ellas se distinguía especialmente, por su deslumbrante belleza, la seductora hija de Agenor, rey de Fenicia y hermana de Cadmo, el fundador de Tebas y Beocia.
 
Júpiter no pudo resistir al atractivo y a las gracias de Europa (éste era su nombre). Se le acerca mientras ella juega con sus compañeras a orillas del mar. Pero, súbitamente, se da cuenta de que Juno, su mujer, a la cual los celos no dejan vivir, le está vigilando. Por otra parte, teme asustar con una aparición brusca a la virgen tímida. Decide convertirse en toro.
 
Entonces se dirige hacia el grupo de ninfas alegres y locas. Valiéndose de una hábil maniobra llega a colocarse al lado mismo del objeto de sus desvelos y se hace dulce y mansurrón; la inocente criatura le toma confianza y no tarda en familiarizarse con el grande animal, acariciándole el lomo con su blanca mano y llegando incluso a sentarse en la espalda de aquel cuadrúpedo tan bien intencionado.
 

JÚPITER Y JUNO


Una vez estuvo completamente en regla con su pasado, Jupín — algunos designan con este nombre a Júpiter — sentóse majestuosamente en un trono de marfil, con el cetro de oro en la diestra y el águila formidable a sus pies. Entonces pensó en tomar esposa. Y no tardó en escogerla. Sus ojos se fijaron en seguida en la altiva Juno.

Júpiter le ofrece compartir su grandeza y su potencia. Juno acepta, por obediencia y por placer. Esta elevada situación halagaba extraordinariamente su ambición; pensaba poseerlo o, mandarlo todo, dirigir a su capricho hombres y dioses, incluso su real esposo. Pero sus ilusiones no fueron ciertamente, de larga duración.

sábado, 10 de septiembre de 2016

EL PLANETA JÚPITER


El reinado sobre los planetas se atribuía al dios caldeo Marduk, cuya descripción, hecha en la quinta tablilla de La epopeya de la Creación, dice asi:
 
«El construyó las residencias de los grandes dioses. Fijó las estrellas que están hechas a su imagen y hasta los "Lumasi". Calculo el año y designó los signos del Zodiaco.
 
Atribuyó tres estrellas a cada uno de los doce meses. Después de definir por signos los días del año, determinó la posición de Nibiru, para que cada uno tuviera su lugar y ninguno se adelantara ni retrasara.
 
Puso a su lado a Enlil y a Ea. Abrió puertas a cada lado y levanto solidos muros a izquierda y derecha. Puso las "alturas" en el vientre de Ea e hizo resplandecer la nueva Luna a la que confió la noche. Hizo de el (la Luna era masculino) un ser de la noche, a fin de que los días estén fijados.»
 
El astrologo ingles Rupert Gleadow nos dice en su obra Les Origines du Zodiaque quien era exactamente el dios Marduk:

JÚPITER Y LOS GIGANTES


Como consecuencia de la huida de Saturno, sus tres hijos quedaron dueños del Universo y se repartieron su sucesión anticipadamente.

Neptuno obtuvo el imperio de los Mares; Plutón se contentó con los Infiernos; respecto a Júpiter, el promotor de la rebelión, se instaló como dueño del Olimpo, atribuyéndose el palacio de los Dioses.

Su dominación, sin embargo, sufrió un ligero quebranto. Fue a causa de los Gigantes, hijos de Titán, quien no podían olvidar la derrota sufrida en común. Volviendo a la carga concibieron el fantástico proyecto de escalar el Olimpo.

viernes, 9 de septiembre de 2016

CARACTERÍSTICAS DEL SIGNO DE ARIES


El origen babilonio de este signo es oscuro; se llamaba lu.hun.ga, de lu, carnero y hunga, mercenario. A causa de la tendencia de los escribas a la abreviatura, finalmente se adoptó la primera parte de la denominación.
 
Los griegos no tardaron en descubrir en el Aries celeste a su propio carnero de vellón de oro. Éste es el origen de este animal fabuloso:
 
El rey de Beocia quería sacrificar a Zeus a sus dos hijos, Frixos y Hela, habidos de una esposa divina, Nefele: «Pero Nefele envió a sus hijos un carnero de vellón de oro que los condujo por mar hasta el país de Aea, a orillas del océano, donde los rayos del sol están encerrados en una cámara de oro. Por el camino, Hela se cayó de la montura y encontró la muerte en las aguas a las que dio su nombre. Frixos, al llegar al término de su viaje, inmoló el carnero a Zeus y ofrendó su vellón al rey del país, quien le dio en matrimonio a su hija Calcíope. El vellón fue consagrado a Ares (Marte) y puesto bajo la custodia de un temible dragón.»
 
Nada impide ver en esta cámara de oro que contiene los rayos del Sol una manifestación del simbolismo zodiacal.
 
Ahora cabe preguntar por qué se eligió a Aries como punto de partida del Zodíaco. Se trata de una tradición caldea cuya explicación no ha llegado hasta nosotros. Sin embargo, Claudio Tolomeo en sus Cuatro libros del juicio de los astros trató de justificar «científicamente» esta primacía:
 
«Si consideramos las cuatro estaciones del año, veremos que la primavera es muy húmeda a causa del final del frío y el principio del calor; el verano es muy cálido, pues el Sol está casi en el cenit; el otoño es seco, ya que la humedad fue absorbida por el calor pasado, y el invierno es muy frío porque el Sol está muy lejos del cenit. Por ello, si bien el Zodíaco no tiene un principio natural, pues se trata de un círculo, se considera que el signo que empieza en el equinoccio de primavera, es decir, Aries, es su punto de partida. Así se hace de la extrema humedad de la primavera la primera parte del Zodíaco, como si se tratara de una criatura viva, y luego se sigue el orden natural de las estaciones, ya que en toda criatura la primera edad es, como la primavera, muy húmeda, tierna y delicada.»

jueves, 8 de septiembre de 2016

LA CABRA AMALTEA Y EL CUERNO DE LA ABUNDANCIA


Vamos a hablar de nuevo de la Cabra Amaltea, de la que hemos dicho ya que se hallaba en el monte Ida.

Júpiter recordaba su a opulenta nodriza cuya nutritiva leche le había alimentado durante tanto tiempo.

Tampoco había olvidado los juegos que se libraba desde su infancia, con el animal de los grandes cuernos. Guardaba en la memoria sus prodigiosos saltos, sus temeridades acrobáticas y las luchas que acometía con gracia, fuerza y audacia.

Pero recordaba de a manera especial que, en determinada ocasión, había arrancado, en un momento de crisis nerviosa, uno de los hermosos cuernos que adornaban la frente de su imponente nodriza.

EL PLANETA SATURNO


Su arquetipo fue el dios caldeo Nibib, que los griegos sustituyeron por Cronos-Saturno.
 
Saturno, hijo de Urano, dios del Cielo y de Gaya, la Tierra, era el menor de los doce hermanos que formaban los doce Titanes de la mitología.
 
Fue por instigación de Gaya, su madre, por lo que seccionó de un golpe de guadaña el miembro viril de su padre, para castigarle por los malos tratos que infligía a sus hijos, a los que solía esconder en las profundidades de la Tierra para impedir que vieran la luz del día. Saturno se casó con su hermana Rea, y su reinado duró hasta que, a su vez, fue castrado por Zeus-Júpiter. Entonces fue exiliado a la isla de los Bienaventurados, en el ultimo confín de la Tierra, donde (según todas las probabilidades) debe seguir aún.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

JANO Y LAS SATURNALES

 
Desengañado de las grandezas, Saturno busca en su delicioso retiro de Italia, la tranquilidad y la paz en el laboreo y en la Agricultura.
 
Fue allí, precisamente, donde pudo saborear aquella felicidad que Virgilio deseara, siglos después, o los habitantes de los campos.
 
Júpiter y Jano se entendían a maravilla y congeniaban perfectamente. Bajo su reinado bienhechor, los hombres eran verdaderamente virtuosos. El amor mutuo era una realidad. Nunca surgieron querellas ni disgustos. A nadie se imponía ningún trabajo. La tierra producía, generosa y fecunda, flores y frutas sin necesidad de cultivo; entre los prados exuberantes se deslizaban caudalosos ríos de leche y de néctar; de todos los árboles parecía caer una lluvia de miel.
 

LA CABRA AMALTEA.Y LOS CORIBANTES

 
No nos sorprende, pues, la estratagema de Rea para salvar a sus hijos de la voracidad paterna. De no ser así, no hubiéramos conocido a Júpiter, Neptuno y Plutón. Los tres fueron trasladados clandestinamente a la isla de Creta, donde encontraron, en el monte Ida, la compañía de los Coribantes y la Cabra Amaltea, con su excelente leche.
 
Los Coribantes, destinados al culto de Cibeles, eran una familia original que celebraba sus fiestas de una manera singularísima. Saltaban como acróbatas excepcionales, corrían como demonios y golpeaban violentamente los escudos con sus grandes espadas. Resultado, que armaban un alboroto tan fenomenal que apagaba cualquier otro ruido que se produjera.
 

jueves, 1 de septiembre de 2016

URANO Y CIBELES, TITÁN, SATURNO Y REA

 
Urano era el más antiguo de los Dioses. Cibeles, es decir, la Tierra, será su compañera.
 
Como en los cuentos de hadas, tendrán muchos hijos. Fijémonos en los dos principales: Titán y Saturno.
 
Titán era el mayor y como tal, llamado, en el porvenir, a reinar en el mundo. Pero Cibeles no lo entendía así. Como la mayor parte de las madres, sentía una debilidad especial para el pequeño Saturno.
 
Cibeles pudo convencer a Titán de que abandonase sus derechos de primogenitura, a condición de que su joven hermano suprimiera, a medida que fueran naciendo, todos los hijos varones que tuviese de su unión con Rea.


AL PRINCIPIO TODO ERA CAOS

 
Antes del nacimiento del mundo, (de nuestro mundo, se entiende) no había nada; y si algo había era una cosa informe, nebulosa y confusa, tan confusa que no se podía pretender ofrecerla decentemente a las futuras divinidades para campo de sus operaciones.
 
Afortunadamente intervino una formidable potencia cuyo nombre y origen no nos ha sido posible descubrir todavía. Nos bastará saber, sin más investigaciones, que tenía una fuerza sobrenatural. Contentémonos con esta simple afirmación.
 
Esta Potencia no quiso admitir que durase aquella situación lamentable y resolvió poner orden en el desorden, llamado Caos.