martes, 28 de agosto de 2018

CONFUCIO Y EL TAO, "EL CAMINO HACIA EL CIELO"


Confucio, forma latinizada del nombre chino Kung fu-tzu, "maestro Kung", vivió poco más o menos desde 551 a 479 a. de J. C.
 
A la muerte de su padre, de quien se dice que descendía de reyes, él y su madre vivieron en la pobreza. A los veinte años se casó, tuvo un hijo y desempeñó cargos oficiales. Fallecida su madre, en 527, renunció a su función pública para observar el luto de veintisiete meses que la tradición imponía a los magistrados. Aprovechó el período de retiro para dedicarse al estudio de los anales, costumbres, leyes y registros antiguos, con el fin de desentrañar la verdadera naturaleza del tao, y a este período se asigna buena parte de su producción literaria sobre historias de la antigüedad.

Pasado el duelo, fue magistrado de nuevo durante varios años, hasta que las intrigas de los señores, envidiosos de su sabiduría e influencia popular, ocasionaron su expulsión de los cargos oficiales.
 


Entre 496 y 483 se desterró voluntariamente. Por fin, volvió del exilio para pasar el resto de su vida en su estado natal de Lu, que regía un príncipe feudal.

Su personalidad y su doctrina constituyeron el centro en que cristalizó el sentimiento nacional chino. Suele asegurarse que el confucianismo no es una religión, sino una filosofía ética desprovista de espiritualismo. Esta noción, que representa un error de bulto, tiene explicación precisamente en las mismas doctrinas de Confucio, quien se negaba a concebir la divinidad, sublime e inexpresable, en términos antropomórficos, como si se tratara de un ser humano.
 
Llamaba al Ser supremo Tien, o sea "Cielo". Para él el tao es el camino hacia el Cielo, es decir, el sentido moral que existe en el corazón de los hombres. La alegría, las rectas pasiones y los poderes mentales, en resumen, todo lo bueno, procede de Dios y se logra al ceñirse estrechamente al tao.
 
Por otra parte, es cierto que aconsejó prescindir de la creencia en formas espirituales, como fantasmas, dioses secundarios, trasgos e ídolos grotescos; no admitió, asimismo, una religión basada en ritos y ceremonias, celebrados en templos por medio de sacerdotes con el fin de bienquistarse o de aplacar a deidades de aspecto humano.
 
Sus doctrinas religiosas se basaron en la creencia de que la práctica de las Cinco Virtudes, por medio de las Cinco Relaciones, era el único modo de conquistar la felicidad en el cielo y realizar la obra de Dios en la tierra, gracias a la armonía entre la función del hombre en el mundo y los infinitos recursos del divino Poder.
 
Las Cinco Virtudes son:
 
1ª, el amor (yen) que debe presidir las relaciones de los humanos.
 
2ª, la justicia (yi) dulcificada por el amor.
 
3ª, el apego a las ceremonias (li) por las cuales se muestra el respeto al prójimo.
 
4ª, la sabiduría (chih) o percepción y comprensión de la voluntad divina.
 
5ª, la sinceridad (chi) o sumisión a la voluntad divina, que proscribe la hipocresía y la crueldad.

 
Las Cinco Relaciones consisten en:
 
1ª, la relación entre marido y mujer, que enseña la sinceridad, el amor, la ternura, el respeto, etc.
 
2ª, la relación entre padres e hijos, que anula el egoísmo y fomenta el afecto, la obediencia y la reverencia.
 
3ª, la relación entre hermano mayor y menor, que armoniza la vida familiar.
 
4ª, la relación entre el hombre y sus amigos, que viene a ser la ampliación de lo aprendido en el hogar.
 
5ª, la relación entre el soberano y los súbditos, que implica la aceptación de la autoridad y el cumplimiento del deber.
 
Como se ve, éstas doctrinas, que se refieren al hombre, la vida y Dios, tratan de la conducta del individuo en este mundo, conducta que se tiene por impuesta desde el Cielo y que apunta a lograr que toda la humanidad se considere como un solo hombre para crear un nuevo edén.
 
Las doctrinas de Confucio, al pronto rechazadas, se impusieron paulatinamente hasta el punto de que contribuyeron de modo notable a la desaparición de la fragmentación feudal que China sufría.
 
Desde luego, parecen contradecir la dinámica del progreso social, tal como lo imaginan los occidentales; pero, por otra parte, fomentaron un progreso nacional y humano, que implantó en China la idea de la necesidad de vivir en paz, aborrecer las guerras y considerar a cuantos constituyen la comunidad como si fueran hermanos.
 
 
 

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