jueves, 9 de agosto de 2018

LOS EXTRAÑOS HOMBRES NEGROS DE AUSTRALIA


Los australianos todavía vivían en la Edad de Piedra cuando fueron descubiertos y es muy posible que hubieran llegado al subcontinente desde (por lo menos, a través de) el sudeste de Asia. Forman un mosaico de tribus, que no podemos clasificar aquí.

Los arunta y otras comunidades tribales del centro de Australia celebran ritos totémicos en el cambio de las estaciones, por lo que se creyó que el origen de su religión y organización social dependía del tótem, pero se ha probado que las ceremonias iniciáticas, plenamente individuales, despiertan en ellos la idea de una fuerza superior, de tipo espiritual.
 
Consideran que cada ser humano es la reencarnación de un animal mítico o de un antepasado, del que reciben el nombre y el linaje.
 
Los australianos centrales y septentrionales creen, en cuanto a la procreación, que el espíritu de los niños entra en las mujeres en los parajes en que los antepasados depositaron los embriones cuando vagaban por la Tierra. Por lo tanto, parece que el nacimiento no tiene relación con el ayuntamiento sexual, sino que es el paso del mundo incorpóreo al corpóreo. Esta teoría de la generación, que la evolución ha convertido en algo sumamente artificial, considera la gestación como obra de la Providencia.


Las leyes, costumbres y ritos son el legado de los antepasados que vivieron durante el Alcheringa o edad de oro.

Los Seres Supremos, o dioses superiores, reciben nombres variantes según las tribus: Atnatu, Baiame, Daramulun, Munganngau, etc., los cuales manifiestan su voluntad en el estrépito del trueno.

Una vez creado el mundo, El Ser Supremo no aparece más que en determinados momentos y cede su lugar a dioses secundarios como Altchira, Tukura y Twanyirika, entre los arunta y luritcha. Los dos primeros cazan, tienen un harén y comen, y el segundo es una especie de duende o vestigio.
 
El aborigen australiano supone que los Seres Supremos están fuera del alcance del hombre, salvo en momentos especiales (ceremonias, sequías o calamidades), y que se ha de recurrir a ellos por intercesión de un mediador (antepasado o héroe). De aquí que la oración consista en jaculatorias espontáneas, tales como pronunciar el nombre de la divinidad o gritar semiórdenes, que establecen una relación o parentesco entre el mortal y la deidad.
 
En gran parte de la Australia oriental y puntos de la occidental, los cadáveres de los jefes y personas notables se momifican desecándolos al fuego o al sol; después se envuelven, pintan y empaquetan, y acompañan a la tribu en sus vagabundeos, antes de ser enterrados, incinerados o expuestos en una plataforma o un árbol hueco. A veces comen ciertas partes del muerto. El cadáver se conserva sólo durante el período de duelo. La desaparición o disolución total del mismo implica la liberación final de la entidad que no perece con la muerte.

 

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