lunes, 13 de agosto de 2018

EL BUDISMO


El budismo apareció en la India durante el siglo VI a. de J. C. Se consideró desde entonces como una secta heterodoxa del hinduismo y el brahmanismo, puesto que negaba la vigencia del sistema de castas, rechazaba la jefatura religiosa, intelectual y social de los brahmanes, desdeñaba las ceremonias y el sacrificio, y no admitía ni el carácter sagrado, revelado, que se atribuía a los Vedas, ni la afirmación de que éstos contenían la verdad eterna.

Por todas estas circunstancias, fue poco a poco absorbido por el hinduismo, entre los años 1000 y 1300 d. de J. C., y puede afirmarse que hoy ha dejado de existir en la India. En cambio, se mantiene vigoroso y con gran influencia en Ceilán, China, Japón, Corea, Tibet, Mongolia y el sudeste asiático, incluida buena parte de sus archipiélagos.

Los historiadores e investigadores de las religiones de Europa y América, y, desde luego, los budistas, admiten que esta religión (hasta donde merece este nombre, como veremos más adelante) fue fundada por un ser humano. Buda ( Budhha) es un epíteto que significa "el iluminado".
 


El verdadero nombre de este fundador, que, según la leyenda, era hijo de un rey, fue Siddharta Gautama o Gotama, el cual vivió entre los años 550 y 471 antes de la era cristiana, aproximadamente. Buda vio por primera vez la luz en Kapilavastu, población situada al norte de Benarés. En el instante de su nacimiento se pronunció una profecía sobre él: o llegaría a ser un gran monarca que conquistaría toda la India o se convertiría en un importante guía espiritual y religioso.

Para evitar esto último, su padre le crió y educó en medio del lujo más espléndido, rodeado de todos los bienes y placeres codiciables, y se le evitó la visión de los aspectos más desagradables de este mundo. Pero tuvo conocimiento, durante sus paseos por el recinto del jardín real, de la existencia de la ancianidad, la enfermedad y la muerte, que le colmaron de angustia y tristeza, hasta que contempló a un monje sereno, digno y dueño de sí mismo. Deseoso de ser como él, el príncipe renunció al mundo a la edad de veintinueve años y abandonó su familia y el palacio para alcanzar la liberación.

Durante seis años vagó en busca del modo de lograrlo: recurrió a todos los maestros y practicó el ascetismo más severo; pero nada le satisfizo. Por fin, una noche, en que había rechazado la filosofía y la austeridad, bajo el árbol Bo, en Bodh-Gaya, tuvo la iluminación. Si al pronto sintió la tentación de reservar la verdad descubierta y preocuparse únicamente de la propia salvación, sobre todo al pensar en la debilidad de los hombres, a quienes habría de predicar su doctrina, y la disciplina que ésta exigía, renunció a tal idea y recorrió el país el resto de su vida enseñando al pueblo en lengua vulgar. Por ello, el budismo discrepó tanto del brahmanismo, de índole aristocrática, y tuvo, además, carácter misional.

El budismo, sobre todo el primitivo, negó la existencia de un Dios personal, creador y gobernante del mundo, y no hizo mención del alma tal como la entendemos. Para él los dioses del pueblo eran seres más poderosos que los hombres, y nada más, y consideró superiores a ellos a los santos. El lugar que ocupa Dios en otras religiones fue llenado por la idea de lo inevitable de la causa y el efecto: nada es permanente y todo es cambio en el universo, lo que motiva el renacimiento o transmigración. Ello se debe a las consecuencias de los actos individuales, que no pueden imputarse a Dios.




 

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