martes, 10 de julio de 2018

CREACIÓN DE LOS HOMBRES DE MADERA, LEYENDA MAYA


Luego hicieron a los pequeños animales del monte, los guardianes de todos los bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones, tigres, serpientes, culebras, víboras, guardianes de los bejucos.
 
Y dijeron los Progenitores:
 
—¿Sólo silencio e inmovilidad habrá debajo de los árboles y los bejucos? No. Conviene que en lo sucesivo haya quien los cuide. Así dijeron cuando hablaron y meditaron en seguida.
 
Al punto fueron creados los venados y las aves. De inmediato les repartieron sus habitáculos a los venados y a las aves.
 
—Tú, venado, dormirás en la vega de los ríos y de los barrancos. Aquí estarás entre la maleza, entre las hierbas; en el bosque os multiplicaréis, en cuatro pies andaréis y os sostendréis. Y tal como se dijo, así se hizo.
 
Después se les designó también su hábitat a los pájaros pequeños y a las aves mayores.
 
—Vosotros, pájaros, habitaréis en las ramas de los árboles y sobre los bejucos; allí haréis vuestros nidos, allí os multiplicaréis, allí os sacudiréis en las ramas de los árboles y de los bejucos.
 

De esta manera los Progenitores les dieron sus estancias a los animales de la tierra. Y hallándose concluida la creación de todos los cuadrúpedos y las aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y los pájaros por el Creador y el Formador y los Progenitores:
 
—Hablad, gritad, gorgojead, hablad cada uno según vuestra especie, según la variedad de cada uno. De esta forma les fue dicho a los venados, los pájaros, leones, tigres y serpientes.
 
—Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre. ¡Invocad, pues, a Huracán, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, el Creador, el Formador, los Progenitores; hablad, invocadnos, adoradnos! —les dijeron.
 
Mas no se pudo lograr que hablasen como los hombres, sólo chillaban, cacareaban y graznaban; no se manifestó la forma de su lenguaje, y cada uno gritaba según su onomatopeya.
 
Cuando el Creador y el Formador vieron que no era posible que hablasen, se dijeron entre sí:
 
—No ha sido posible que ellos digan nuestro nombre, el de nosotros, sus creadores y formadores. Eso no está bien. Entonces se les dijo:
 
—Seréis cambiados, porque no se ha conseguido que habléis. Hemos cambiado de parecer: vuestros alimentos, vuestras pasturas, vuestras moradas y vuestros nidos los tendréis, serán los barrancos y los bosques, porque todavía no se ha podido lograr que nos adoréis, ni nos invoquéis. Todavía hay quienes nos adoren, haremos otros seres más obedientes. Vosotros aceptad vuestro destino: vuestras carnes serán trituradas. Así será. Ésta será vuestra suerte

—así dijeron cuando hicieron saber su voluntad a los animales pequeños y a los grandes que existen sobre la faz de la tierra.
 
Luego quisieron probar suerte de nuevo. Desearon hacer otro intento queriendo probar de nuevo a que los adorasen. Pero no pudieron entender su lenguaje entre ellos mismos, nada pudieron hacer y nada pudieron conseguir. Por tal motivo fueron inmoladas sus carnes y condenados a ser comidos y muertos los animales que pueblan la faz de la tierra.
 
Por esta razón hubo que hacer una nueva tentativa de crear y formar el hombre por el Creador, el Formador y los Progenitores.
 
«¡A probar otra vez!»
 
Y repitieron: —¡A probar otra vez! Ya se acerca el amanecer y la aurora; hagamos al que nos sustentará y alimentará. ¿Cómo haremos para ser invocados, para ser adorados sobre la tierra? Ya hemos probado con nuestras primeras obras, nuestras primeras criaturas; pero no se ha podido lograr que fuéramos alabados y glorificados por ellos. Así, pues, probemos a hacer unos seres obedientes, respetuosos, que nos sustenten y alimenten —así dijeron.
 
Entonces fue la creación y la formación. De tierra, de lodo, hicieron la carne del hombre. Pero vieron que no estaba bien, porque se deshacía, estaba blando, no tenía movimiento, no tenía fuerza, se caía, estaba aguado, no movía la cabeza, la cara se le iba de un lado para otro, tenía un cuello muy grande, no podía ver para atrás. Al principio hablaba, pero no tenía entendimiento. Rápidamente se humedeció dentro del agua y no se pudo sostener.
 
Y dijeron el Creador y el Formador:
 
Echemos las suertes, porque no podrá andar ni multiplicarse. Que se haga una consulta acerca de esto.

Entonces desbarataron y deshicieron su obra y su creación. Y en seguida dijeron:
 
— ¿Cómo haremos para perfeccionar, para hacer bien a nuestros adoradores, a nuestros invocadores? Así dijeron cuando de nuevo consultaron entre sí:
 
—Digámosles a Ixpiyacoc, Ixmucané, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú:
 
¡Probad suerte otra vez! ¡Probad a hacer la creación! —así dijeron entre sí el Creador y el Formador cuando hablaron a Ixpiyacoc e Ixmucané.
 
En seguida les hablaron a aquellos adivinos la abuela del día, la abuela del alba, que así eran llamados por el Creador y el Formador, y cuyos nombres eran Yxpiyacoc e Ixmucané.
 
Y dijeron Huracán, Tepeu y Gucumatz, cuando les hablaron al agorero, al sacrificador, que son los adivinos:
 
—Hay que reunirse y encontrar los medios para que el hombre que formemos, el hombre que vamos a crear, nos sostenga y alimente, nos invoque y se acuerde de nosotros. Entrad pues en consulta, abuela, abuelo, nuestra abuela, nuestro abuelo, Ixpiyacoc, Ixmucané, hace que aclare, que seamos invocados, que seamos adorados, que seamos recordados por el hombre creado, por el hombre formado, por el hombre mortal; haced que así se haga. Dad a conocer nuestra naturaleza, Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú, dos veces madre, dos veces padres, Nim Ac, Nimá-Tziis, el Señor de la Esmeralda, el joyero, el escultor, el tallador, el Señor de los hermosos platos, el Señor de la verde jícara, el maestro de la resina, el maestro Toltecat, la abuela del sol, la abuela del alba, que así seréis llamados por nuestras obras y nuestras criaturas. Echad la suerte con vuestros granos de maíz y de tzité, y así se hará y resultará si labraremos o tallaremos su boca y sus ojos en madera —así les fue dicho a los adivinos.

Acto seguido se produjo la adivinación, la echada de la suerte con el maíz y el tzité.
 
«¡Suerte! ¡Criatura!», les dijeron entonces una vieja y un viejo. Y este viejo era el de las suertes del tzité, el llamado Ixpiyacoc. Y la vieja era la adivina, la formadora, que se llamaba Chiracán Ixmucané.
 
Y comenzando la adivinación, dijeron así:
 
—¡Que se junten y se encuentren! ¡Hablad, que os oigamos, decid, declarad si conviene que se junte la madera y que sea labrada por el Creador y el Formador, y si éste (el hombre de madera) es el que nos ha de sustentar y alimentar cuando aclare, cuando amanezca!
 
¡Tú, maíz; tú, tzité; tú, suerte; tú, criatura: uníos, ayuntaos! —les dijeron al maíz, al tzité, a la suerte, a la criatura—. ¡Ven a sacrificar aquí, Corazón del Cielo; no castigues a Tepeu y Gucu-matz!
 
Entonces hablaron y dijeron la verdad:
 
—Buenos saldrán vuestros muñecos hechos de madera; hablarán y conversarán sobre la faz de la tierra.
 
—¡Así sea! —contestaron cuando hablaron.
 
Y al momento fueron hechos los muñecos, labrados en madera. Se parecían al hombre, hablaban como el hombre y  poblaron la superficie de la tierra.
 
Existieron y se multiplicaron; tuvieron hijos, tuvieron hijas, los muñecos de palo; pero no tenían alma, ni entendimiento, no se acordaban de su Creador ni de su Formador; caminaban sin rumbo y andaban a gatas.
 
Ya no se acordaban del Corazón del Cielo, y por eso royeron en absoluta desgracia. Fue solamente un ensayo, una muestra de hombres.
 
Hablaban al principio pero su cara estaba enjuta; sus pies y sus manos no tenían consistencia, no tenían sangre sustancia, ni humedad, ni gordura; sus mejillas estaban secas, secos sus pies y sus manos y amarillas sus carnes.

Así, ya no pensaban en el Creador ni en el Formador, en los que les daban el ser y cuidaban de ellos. Éstos fueron los primeros hombres que en gran número existieron sobre la capa de la tierra. En seguida fueron aniquilados, destruidos y deshechos los muñecos de palo, y recibieron la muerte.

De tzité se hizo la carne del hombre, pero cuando la mujer fue labrada por el Creador y el Formador, se hizo de espadaña la carne de la mujer.
 
Estos materiales quisieron el Creador y el Formador que entrasen en su composición. Pero no pensaban, no hablaban con su Creador, su Formador, que los había hecho, que los había creado.
 
Y por esta razón fueron muertos, fueron anegados.
 
Una resina abundante vino del cielo. El llamado Xecotcovach llegó y les vació los ojos; Camalotz vino a cortarles la cabeza, y vino Cotzbalam y les devoró las carnes. Y el Tucumbalam llegó también y les quebró y magulló los huesos y los nervios, les molió y desmoronó los huesos.
 
Y esto fue para castigarlos porque no habían pensado en su madre y en su padre, el Corazón del Cielo, llamado Huracán.
 
Y por este motivo se oscureció la faz de la tierra y comenzó una lluvia negra, una lluvia de día y una lluvia de noche.
 
Llegaron entonces los animales pequeños, los animales grandes, y los palos y las piedras les golpearon las caras. Y se pusieron todos a hablar; sus tinajas, sus comales,  sus platos, sus ollas, sus perros, sus piedras de moler, todos se levantaron y les golpearon las caras.
 
—Mucho mal nos hacíais; nos comíais, y nosotros os mordemos —les dijeron sus perros y sus aves de  corral.
 
Y así fue la ruina de los hombres que habían sido creados y formados, de los hombres hechos para ser destruidos y aniquilados: a todos les fueron destrozadas las bocas y las caras.
 
Y dicen que la descendencia de aquéllos son los monos que ahora pueblan los bosques; éstos son la muestra de aquéllos, porque de palo fue hecha su carne por el Creador y el Formador.
 
Y por esta razón el mono se parece al hombre; es la muestra de una generación de hombres creados, de hombres formados que eran solamente muñecos y hechos solamente de madera.

Fuente: Popol-Vuh. Las antiguas historias del Quiché.


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