miércoles, 14 de septiembre de 2016

NUM O LAS AGUAS PRIMIGENIAS DE EGIPTO


La mayoría de las leyendas de la mitología egipcia eran tan bien conocidas popularmente que raramente llegaban a ser escritas. Frecuentemente, un mito es parte de referencias dispersas en himnos y oraciones, inscripciones en templos y pirámides y otros extraños orígenes, como los hechizos que se suponía curaban las mordeduras de escorpión.
 
Muchos antiguos escritores griegos, fascinados por las deidades egipcias, reprodujeron sus mitos, pero es difícil saber a ciencia cierta si estas versiones tienen muchos cambios con respecto al original. Algunos mitos, como el de la muerte y resurrección de Osiris, eran representados durante las ceremonias reales y en los templos cuando llevaban a cabo algún ritual.
 
Los sacerdotes de los grandes centros religiosos, como el templo de Ra en Heliopolis, el templo de Ptah en Menfis o el templo de Thoth en Hermópolis, representaban ciclos de mitos con su propia deidad corno figura central. Todos estos ciclos incluían los mitos de la creación, porque para los egipcios fue el único suceso realmente importante de la historia.

El principal propósito para su sociedad era preservar el orden divino establecido por el Creador. La idea de progreso no tenía lugar en el pensamiento de los egipcios. Una docena de mitos no era suficiente para expresar la maravilla de la creación. El creador tenía varias formas y nombres (Ra, Ra-Atum, Amon-Ra, Ra-Horakhty), pero todas las fuentes de origen concuerdan en que él es el primero que emerge de un abismo acuático llamado Nun.

Al principio eran las aguas del caos. Reinaron la oscuridad y el silencio, pero en las profundidades del acuoso abismo se escondía el espíritu del creador, cl padre y la madre de todas las cosas...
 
Una historia cuenta cómo un monte se elevó lentamente de las aguas del Caos, tal corno Egipto parece nacer cuando las inundaciones producidas por el Nilo son ahogadas por el calor del verano. Este monte fue el primer trozo de tierra y donde por fin el creador podría dar forma a su cuerpo. Se presentó como un ave fénix con el plumaje de color de fuego y, ardiendo sobre el Monte Primordial, lloró quebrantando el silencio con el primer sonido. Una segunda historia cuenta cómo ocho criaturas con cabezas de rana y serpiente nadaban en las aguas del Caos antes de que comenzara el tiempo. Ellos formaban parte de la llamada Ogdóada: Nun y Naunet, deidades del acuático abismo; Hu y Hehuet, dioses del espacio infinito; Ku y Kuket, dioses de la oscuridad y Amón y Amonet, dioses de lo invisible.
 
Estos misteriosos seres nadaron juntos formando el gran huevo que empolló el creador. Otros dicen que el huevo primitivo lo puso un ganso, cuyo cacareo fue el primero de todos los sonidos. El Gran Ganso se sentó en el monte, protegiendo su huevo durante incontables siglos hasta que de él salió un precioso fénix. Las dos mitades del cascarón separaron las aguas del Caos y formaron un espacio en el cual el creador pudo hacer el mundo. Una tercera historia cuenta cómo la oscuridad cubrió las aguas hasta que el Primer Loto surgió del abismo. Lentamente, el Loto azul abrió sus pétalos y mostró un joven dios sentado en su corazón dorado. Un dulce perfume se deslizó a través de las aguas, y la luz manó del cuerpo del Niño Divino, desapareciendo la oscuridad del Universo. Este niño era el creador, el dios Sol, origen de la vida, pero todas las noches el Loto se hundía bajo la superficie y no salía hasta el nuevo amanecer.
 
El Caos reinaba durante la noche hasta que el dios y el Loto volvían. Las furias del Caos no fueron vencidas del todo en el principio de los tiempos. Como serpientes venenosas circundan la tierra para atacar al dios Sol. La guerra entre el Orden y el Caos nunca terminará.
 
Cualquiera que sea la forma dada al creador, todas las historias concuerdan en el punto en el que se dice que es consciente de su soledad. Esta soledad se hace insufrible y anhela que otros seres den forma al mundo junto a él. En Nlenfis, los sacerdotes describen cómo los pensamientos del creador se convierten en dioses y en todas las demás cosas que existen. Una vez que había dado forma a todas las cosas, les dio vida al nombrarlas. Pensamientos y palabras fueron el poder de la creación.

En Heliópolis, los sacerdotes denominaron al creador Ra-Atum y hablaron de cómo después de eternidades de soledad discutió con Shu, el dios del aire, y Tefnet, la diosa de la humedad. Después de largo tiempo, Ra-Atum continuaba sumido en la soledad, pues Shu y Tefnet se perdieron en las aguas del Caos. Entonces, el creador tomó un ojo de su cara y le otorgó poder. Lo llamó Hathor, su hija, y la envió a la oscuridad en busca de sus criaturas perdidas.
 
La luz del ojo penetró en las fuerzas del Caos, y Shu y Tefnet pronto fueron encontrados y llevados junto a su padre. Como recompensa colocó el ojo en su frente y le dio forma de serpiente. El dios Sol prometió que ella tendría poder sobre todos sus enemigos, y que dioses y hombres la temerían y respetarían por los siglos de los siglos.
 
Ra-Atum abrazó a sus hijos con lágrimas en los ojos. Así como él los tomó entre sus brazos, su espíritu se introdujo en ellos, y ellos y todos los dioses compartieron la divinidad dcl creador.
 
 
 

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