sábado, 10 de septiembre de 2016

JÚPITER Y LOS GIGANTES


Como consecuencia de la huida de Saturno, sus tres hijos quedaron dueños del Universo y se repartieron su sucesión anticipadamente.

Neptuno obtuvo el imperio de los Mares; Plutón se contentó con los Infiernos; respecto a Júpiter, el promotor de la rebelión, se instaló como dueño del Olimpo, atribuyéndose el palacio de los Dioses.

Su dominación, sin embargo, sufrió un ligero quebranto. Fue a causa de los Gigantes, hijos de Titán, quien no podían olvidar la derrota sufrida en común. Volviendo a la carga concibieron el fantástico proyecto de escalar el Olimpo.

De prodigiosa talla y de una fuerza formidable, de la que no podemos tener idea, esos monstruos con cola de serpiente estaban dotados de un centenar de brazos y de la friolera de cincuenta cabezas. Nadie puede resistirnos pensaban ellos.

Cogieron rocas enormes, grandes como montañas y las colocaron unas encima de otras; pusieron "el monte Pelión sobre el monte Osa" y por tres veces creyeron que ya habían vencido a su poderoso enemigo; pero todos sus esfuerzos fueron vanos...

Júpiter hace un solo gesto y todo se estremece. El dueño del Olimpo fulmina a sus temerarios agresores y los proyecta a lo lejos, tanto a ellos como a las gigantescas rocas, las cuales, cayendo al mar, se convierten en islas y cayendo en tierra firme se convierten en montañas.


 

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