martes, 13 de septiembre de 2016

CARACTÉRISTICAS DEL SIGNO DE TAURO

 
Tauro, el toro potente y generoso cuyo solo nombre sugiere ardor y virilidad, no es más que una vaca. Porque Tauro, en realidad, es signo femenino, protegido, como nos dice Manilio, por la diosa de Citera, o sea, Venus. Por otra parte, en todas las representaciones zodiacales de la Antigüedad, el toro aparecía sólo de medio cuerpo, por lo que los atributos del sexo quedaban fuera de la imagen.
 
Algunos han querido ver en este ser mítico a la vaca lo, pero tal vez haya que buscar su origen en la diosa Istar o en el dios babilonio Sin que mantenía estrechas relaciones con la Luna. Porque el signo de Tauro, en la tradición astrológica, es el lugar de exaltación de la Luna.
 
Otros autores asocian al signo del toro con el buey egipcio Apis, ya que los lazos que unían a Apis con la Luna eran también muy íntimos, hasta el extremo de que se creía que la cola de este animal crecía o disminuía de acuerdo con las fases del Astro de la Noche.
 
Pero quien ostenta el dominio de este signo y lo protege es Venus Afrodita. De manera que empezaremos por la historia de Venus.

La diosa de la Belleza era hija de Júpiter, como su hermanastra Palas, pero tuvo por madre a la espuma del mar, de la que un día surgió desnuda y resplandeciente. Muchos pintores del Renacimiento plasmaron la escena, una de las más conocidas de la mitología griega.

 
Por tanto, Venus fue la diosa del amor, la belleza y las diversiones. Sólo con mirarla se era feliz y a su paso nacían las flores. Todos los dioses del Olimpo solteros se prendaron de ella en cuanto la vieron y la pidieron en matrimonio a Júpiter. Este, a pesar de ser su padre, no era insensible a sus encantos y la hizo objeto de sus galanteos.

Al parecer, Venus —que tuvo tantas debilidades para con muchos dioses e incluso algún que otro mortal—rechazó a su padre quien, despechado, la dio por esposa al más feo de los dioses, Vulcano. La joven diosa lo aceptó pasivamente, pero pronto empezó a engañarlo tanto con los mortales como con los habitantes del Olimpo. De sus amores adúlteros con Mercurio, por ejemplo, nació Eros (Cupido), el dios del Amor. Con Marte tuvo otro hijo y con un humano tuvo Eneas, el héroe del mundo grecorromano, cuya historia relata la Eneida.
 
Pero Vulcano, en el fondo de su fragua, se enteró de su infortunio conyugal por boca de Faetón. Furioso, fabricó una trampa invisible en la que habían de quedar prendidos Venus y su próximo amante.
 
Fue sorprendida con Marte y, cogidos en la trampa, ambos fueron objeto de las risas y burlas de los otros dioses del Olimpo. Venus, furiosa, abandonó la morada divina y fue a esconderse en un bosque del Cáucaso donde vivió sola durante algún tiempo. Fue al salir de su retiro cuando encontró el gran amor de su vida, un simple mortal llamado Adonis. Se quedó a vivir con él, negándose a regresar al Olimpo y sin volver siquiera a su isla encantada de Citera.
 
Celoso a su vez, Marte se metamorfoseó en jabalí e hirió mortalmente a Adonis. Venus, desconsolada, lo convirtió entonces en anémona; pero sus disgustos con el infortunado Adonis no habían terminado todavía, ya que éste, al descender a los Infiernos, fue objeto de los amores de Proserpina, la reina del lugar.
 
Venus subió entonces nuevamente al Olimpo, para protestar ante su padre, y Júpiter tuvo que avenirse a que Adonis repartiera su tiempo entre la diosa de la Belleza y la de los Infiernos.
 
Caso curioso en una diosa, Venus fue herida varias veces. Al precipitarse hacia el cuerpo de Adonis herido de muerte se arañó en un rosal blanco, cuyas flores, al contacto con la sangre divina, se tiñeron de rojo. En otra ocasión, durante el sitio de Troya, ciudad que Venus protegía desde que Paris le otorgara su premio a la belleza, fue herida en una mano por Diómedes, camarada de Aquiles. En suma, si Venus supo defender a los que amaba, en cambio fue temible para los que la hirieron, la traicionaron o la despreciaron.
 
Veamos ahora el simbolismo astrológico que se asocia al signo de Tauro, señalando al mismo tiempo la relación entre este simbolismo y el mito de Venus.
 
Tauro es, pues, signo femenino, de Tierra, fijo, que representa en el hombre el cuello y la nuca. Esto es lo que acerca de él dice Manilio:
 
«el Toro prescribe la agricultura a los laboriosos cultivadores (...). El Toro celeste inclina el testuz y parece ofrecer su cuello al yugo (...).
 
Aquellos a los que ve nacer desean la gloria, son de carácter taciturno y tienen el cuerpo pesado y robusto: el dios del amor pone sobre su frente con agrado el trono de su imperio».
 
En el aspecto psicológico, como indica Manilio, a los nacidos bajo el signo de Tauro se les considera personas más bien pasivas, sólidas, tenaces, tranquilas y apegadas a las cosas materiales. Son espíritus positivistas, a ras de tierra, desprovistos de todo idealismo y espíritu filosófico.
 
Estas personas son valerosas, obstinadas, perseverantes y difíciles de conmover. Su naturaleza es apacible, pero, no obstante, capaz de súbitas cóleras y su temperamento, conservador.
 
Finalmente, en amor, se considera a los nacidos bajo Tauro inconstantes y dados a las relaciones extramatrimoniales. Aquí se ve la relación directa con el mito de Venus, relación que puede apreciarse también en todos los demás puntos.
 
Efectivamente, la pasividad es un rasgo de la diosa que se deja casar en contra de su voluntad sin oponer la menor protesta; también la tenacidad, pues consigue obligar a su padre a entregarle a Adonis, aunque a medias.
 
Es conocida su afición por las cosas materiales, amor físico, joyas y adornos.
 
Intelectualmente, la descripción de la diosa puede hacerse con estas expresiones: «positivista, a ras de tierra, desprovista de todo idealismo y espíritu filosófico».
 
El valor, cualidad que se atribuye a los nacidos bajo Tauro, era también una de las características de Venus, quien protegió físicamente a los troyanos sitiados siendo herida en el empeño.
 
Por último, también se observan en ella las «cóleras súbitas» que la tradición atribuye a los Tauro. Sin duda alguna, Venus es perfectamente representativa del tipo. ¿Hay que deducir de ello que el simbolismo babilonio desaparece cediendo el lugar a los temas griegos? En realidad, no, ya que Istar, la diosa caldea del amor, presenta numerosas similitudes con Venus-Afrodita. Así por ejemplo, el episodio relativo a Istar recuerda los altercados de Venus con Proserpina, la diosa de los Infiernos, a causa de su amante Adonis.
 
Istar tenía por amante a Tammuz, el dios de la primavera. Cuando éste murió, la diosa fue a buscarle a los Infiernos, pero Allatu, diosa de los Infiernos, se interesó por él y trató de retenerle. Interpuso siete puertas que Istar tuvo que franquear abandonando en cada una de ellas parte de sus vestiduras, por lo que llegó desnuda a la sala donde estaba Allatu sentada en su trono, quien llenó de sarcasmos a su rival. Istar suplicó al poderoso rey Ea, que se avino a salpicarla con Ares gotas de agua, librándola así de la diosa de los Infiernos.
 
Istar regresó entonces a la superficie en compañía de Tammuz, y la vegetación, que había dejado crecer cuando la diosa bajó a las profundidades, volvió a la normalidad. Por medio de este mito, vemos en Istar las principales cualidades que Tauro recibió de Venus: feminidad, amor, valentía, obstinación y relación con la agricultura.
 
Este ejemplo muestra la derivación de las leyendas Babilonias hacia la mitología griega y bajo la influencia de estas, la formación del simbolismo zodiacal.

 
 

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