Antes del nacimiento del mundo, (de nuestro mundo, se entiende) no había nada; y si algo había era una cosa informe, nebulosa y confusa, tan confusa que no se podía pretender ofrecerla decentemente a las futuras divinidades para campo de sus operaciones.
Afortunadamente intervino una formidable potencia cuyo nombre y origen no nos ha sido posible descubrir todavía. Nos bastará saber, sin más investigaciones, que tenía una fuerza sobrenatural. Contentémonos con esta simple afirmación.
Esta Potencia no quiso admitir que durase aquella situación lamentable y resolvió poner orden en el desorden, llamado Caos.
Y en un instante, separó los elementos contrarios, juntó los unos y apartó los otros, presentando a nuestros ojos el Cielo bordado de estrellas, la Tierra sobre la cual seremos llamados a vivir y los Mares que la circundarán por todos lados: y este conjunto, envuelto de aire y de luz.
He aquí constituido el Universo.
De ahora en adelante, pues, tendremos toda la libertad necesaria para colocar y animar, a nuestro antojo, los innumerables personajes de la Mitología, sobre la Tierra, en el Aire o bajo las Aguas.
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