domingo, 29 de julio de 2018

LEYENDA DE NEZAHUALCOYOLT. EL SOLON DE ANAHUAC


Los tecpanecas vencían a los alcahuanos de Tezcuco y asesinaban a su rey hacia el año 1418. Nezahualcoyolt (el rápido coyote), el heredero al trono de Tezcucán, contempló la matanza de su real padre desde el refugio de un árbol cercano y consiguió escapar de los invasores. Las sucesivas aventuras han sido comparadas con las de la joven del pretendiente tras el fracaso de la resistencia «Cuarenta y cinco».
 
No había disfrutado de muchos días de libertad cuando fue capturado por quienes habían salido en su busca y, siendo devuelto a su ciudad nativa, fue arrojado a prisión.

Encontró un amigo en el gobernador del lugar, quien debía su posición al último padre de la princesa, y que por medio de su ayuda consiguió volver a escapar de los hostiles tecpanecas. Sin embargo, por ayudar a Nezahualcoyotl, el gobernador pagó inmediatamente con la pena de muerte. La familia real de México intercedió por el joven buscado y se le permitió buscar asilo en la corte azteca, de donde posteriormente se trasladó a su ciudad de Tezcuco, ocupando apartamentos en el palacio donde su padre había habitado. Durante ocho años permaneció allí, viviendo inadvertido en la generosidad del jefe de Tecpanec, que había usurpado el trono a sus ancestros.


Con el tiempo, el primitivo conquistador Tecpanec fue llevado con sus padres y fue sucedido por su hijo Maxtla, un gobernante que mal podía soportar al aplicado príncipe, quien había viajado a la capital de los tecpanecas a hacer un homenaje. Él rehusó las insinuaciones de amistad de Nezahualcoyotl, y este último fue advertido por un cortesano, dispuesto favorablemente, de que se refugiara en la huida. Tuvo en cuenta la advertencia y volvió a Tezcuco, donde, sin embargo, Maxtla preparó una trampa para su vida.

Una fiesta que tuvo lugar esa misma tarde le proporcionó al tirano su oportunidad. Pero el preceptor del príncipe pudo frustrar tan temible conspiración sustituyéndole por un joven con el que tenía un enorme parecido físico. Este segundo fallo exasperó a Maxtla de tal manera que envió una fuerza militar a Tezcuco, con órdenes de liquidar a Nezahualcoyotl sin dilación. Pero el mismo vigilante que había guardado tan bien al príncipe, se enteró de su peligro y le avisó para que huyera. Sin embargo, Nezahualcoyotl rehusó atender el aviso y decidió aguardar el acercamiento de sus enemigos.

Cuando llegaron, él estaba ocupado en el juego mexicano de la pelota de tlachtli. Con gran amabilidad, les pidió que entraran y tomaran alimentos. Mientras ellos se refrescaban, él se dirigió a otra habitación, pero su acción no provocó la menor sospecha, puesto que podía ser visto a través de la puerta abierta por la que los apartamentos se comunicaban. Sin embargo, había un enorme incensario en el vestíbulo, y el humo que subía del incienso ocultaba por completo sus movimientos a los que habían sido enviados para asesinarlo.

Escondido de esa manera, pudo introducirse en un oculto pasadizo subterráneo, que conducía directamente al alcantarillado, por el que se arrastró y consiguió escapar.

Durante una temporada Nezahualcoyotl evadió la captura escondiéndose en la cabaña de un celoso partidario. La cabaña fue buscada, pero los perseguidores no miraron debajo de un montón de fibra de pita usada para tejer tela, bajo el cual se ocultaba. Furiosos por la fuga de su gran enemigo, Maxtla ordenó una búsqueda rigurosa y para ello se organizó una batida meticulosa del país alrededor de Tezcuco.

Se llegó a ofrecer una cuantiosa recompensa por la captura de Nezahualcoyotl, ya fuera muerto o vivo, junto con una enorme hacienda y la mano de una joven noble, y el infeliz príncipe fue forzado a buscar seguridad en el territorio montañoso entre Tezcuco y Tlascala. Llegó a ser un desgraciado proscrito, un paria, escondido en cuevas y bosques, que salía a vagabundear después de la caída de la noche para satisfacer su hambre, y teniendo en ocasiones que ocultarse toda la noche debido a la vigilancia de sus enemigos.


Perseguido con pasión, fue obligado a buscar algunos lugares extraños como escondrijo para ponerse a salvo. En una ocasión fue escondido por soldados amigos en un gran tambor, y en otra fue ocultado debajo de unos tallos de chia por una muchacha que los segaba. La lealtad de los campesinos de Tezcucán a su príncipe escondido era extraordinaria, y muy lejos de revelar su paradero a los vasallos de Maxtla, llegaron a sufrir crueles torturas en muchas ocasiones e incluso la propia muerte. Sin embargo, cuando su sino parecía más negro, Nezahualcoyotl experimentó un cambio en su suerte.

Maxtla el tirano se había ganado una gran impopularidad por sus opresiones, y los habitantes de los territorios anexionados tampoco estaban contentos bajo su mandato. Éstos descontentos decidieron unirse para defenderse del tirano y ofrecieron el mando a Nezahualcoyotl. Éste aceptó y el usurpador tecpaneca fue totalmente derrotado en un combate abierto y total.

Una vez restaurado el trono de sus padres, Nezahualcoyotl se alió con México, y con la ayuda de su monarca derrotó por completo la fuerza restante de Maxtla, quien fue derrotado en los baños de Azzapozalco, arrastrado y sacrificado, y su ciudad destruida.

Nezahualcoyotl sacó partido de las duras experiencias vividas y resultó un gobernante justo y sabio. El código de leyes por él estructurado era sumamente drástico, pero con hombres tan sabios y comprensivos que, en general, se merece el título que le ha sido concedido de «El Solon de Anahuac».

Fomentó generosamente las artes y estableció un Consejo de Música, cuyo propósito era supervisar los esfuerzos artísticos de cada género.

En Nezahualcoyotl México encontró, con toda probabilidad, su más importante poeta nativo. Una de sus odas sobre la mutabilidad de la vida muestra gran nobleza de pensamientos y recuerda notablemente los sentimientos expresados en los versos de Omar Khayyám.

Se dice que Nezahualcoyotl erigió un templo al Dios Desconocido, y demostró una marcada preferencia por el culto a una deidad. En uno de sus poemas se le supone expresado con los siguientes exaltados sentimientos:

«Permítenos aspirar a ese cielo donde todo es eterno y la corrupción no tiene lugar, los horrores de la tumba son la cuna del Sol, y las oscuras sombras de la muerte son luces brillantes para las estrellas.»

Desgraciadamente, estas ideas no pueden ser versificadas como sentimientos inequívocos del poeta real de Tezcuco, y lamentablemente estamos forzados a considerar como falsa la atribución. Debemos llegar a tal conclusión con auténtica decepción, como descubrir una creencia espontánea y poco docta construida en un dios en medio de un ambiente tan poco favorable a su desarrollo, que habría sido sumamente valioso desde muchos puntos de vista.

Encontramos los últimos días de Nezahualcoyotl teñidos por un hecho impropio de tan gran monarca y sabio hombre:

Su hijo mayor, el heredero de la corona, comenzó un amorío con una de las esposas de su padre y a ella dedicó muchos poemas apasionados, a los que ella contestó con igual ardor. La correspondencia poética llegó a oídos del rey, quien la estimaba mucho por su belleza.

Ultrajado en sus más sagrados sentimientos, Nezahualcoyotl lo acusó al Tribunal Supremo, quien lo sentenció a muerte, sentencia que su padre permitió llevar a cabo. Tras la ejecución de su hijo, se encerró en su palacio durante unos meses, y dio órdenes de que puertas y ventanas de la residencia del infeliz prócer se cerraran, para que nunca más pudieran sus paredes repetir el sonido de la voz humana.


 

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