miércoles, 26 de septiembre de 2018

NORMAS MORALES DEL CULTO ENTRE LOS HINDÚES


Conocido ya el sistema de castas, propio del hinduismo y el brahmanismo, que tiene repercusión no sólo en lo social, sino en lo religioso, hay que decir unas pocas palabras sobre la moral y el culto entre los hindúes.
 
El deber del hombre, o darma ( dharma), es, como en el resto del mundo, múltiple. En lo que afecta a la religión, hay que alimentar a los pobres, reverenciar a los brahmanes, honrar a los dioses, respetar a los muertos y cumplir las obligaciones rituales, entre las que merecen destacarse cuantas ceremonias religiosas tienen relación con la vida del individuo, además de dar limosna, purificarse en baños de naturaleza prefijada, cumplir los votos, hacer peregrinaciones y asistir a las fiestas sagradas de que a veces está cuajado el calendario de muchas sectas.
 
Ya hemos indicado, al hablar del brahmanismo, las "cuatro estaciones" o períodos en que el hombre ha de dividir su vida, para poder dedicarse de manera plena a la actividad religiosa, que tiene por objeto la salvación, y que en la actualidad casi nadie observa.
 
El principal mandamiento ético —mejor sería decir principio moral, desde el momento en que no hay un magisterio religioso hindú— consiste en no dañar a ningún ser vivo (ahimsa); Gandhi lo convirtió en una fuerza política a la que llamó la "no violencia".
 


Los hindúes entienden por ser vivo tanto los hombres como los animales, entre los que destacan, por la protección especial que reciben, los bovinos, considerados sagrados en mayor grado que las otras bestias.
 
El incumplimiento del deber individual supone una ofensa a los principios religiosos y se considera una impureza litúrgica, que debe purgarse por medio de penitencias, multas o ritos de expiación.
 
Los santuarios, templos y lugares santos van desde el monolito colocado al pie de un árbol sagrado, y pintado con símbolos o colores y formas que dan una idea del dios al que ha sido consagrado, hasta los complicados y magníficos edificios, cuyo conjunto, espléndido y de ornamentación a veces abrumadora, constituye la máxima expresión de un templo.
 
La adoración y veneración son individuales o, lo que es más común, se practican con la mediación de los sacerdotes.
 
Los brahmanes o sacerdotes se consideran depositarios no sólo de la autoridad religiosa, sino de la ciencia sagrada: dirigen las ceremonias cultuales en las casas y los templos, intervienen cerca de los dioses en favor de los hombres y orientan a éstos con los horóscopos, pues son astrólogos, sobre los momentos favorables y nefastos para ejecutar determinadas empresas.
 
Los hindúes de las clases cultas se sirven sin ningún reparo de las imágenes o ídolos, a los que dan sólo la importancia de símbolos de la divinidad, cuya forma auténtica no se puede concebir; no obstante, el vulgo tributa a las representaciones plásticas de los seres divinos una veneración absolutamente idolátrica.
 
El culto es corrientemente un acto individual, que consiste en ofrendas de flores, dinero, frutas, plantas, cereales, mantequilla y, en ciertos casos, sacrificios de animales.
 
En las fiestas de carácter popular y en ceremonias señaladas, la comunidad interpreta cantos e himnos en los templos, en los que la liturgia puede ser muy complicada, con acompañamiento de la lectura de textos sagrados escritos en sánscrito. El uso de este idioma, no obstante, no tiene fuerza obligatoria, como lo prueba el hecho de que los sacerdotes de los pueblos y aldeas utilicen únicamente la lengua vulgar.
 
Hay, además, algunas ciudades santas, entre las que descuella la de Benarés.

El hinduismo se caracteriza por su tolerancia y la flexibilidad con que se adapta a las ideas religiosas nuevas y a la admisión de nuevos dioses, así como a los cambios lógicos de la vida. Ello se basa en la creencia de que los seres humanos no son iguales ni espiritual ni intelectualmente; por este motivo resulta imposible esperar que todos tengan los mismos fines e idéntica conducta, lo que se refleja en la noción de que no todos los humanos llegan a conquistar las mismas alturas espirituales.
 
Desde el siglo XIX, a consecuencia de la impresión que la civilización occidental causó a los hindúes, las creencias religiosas experimentaron una alteración con el nacimiento de sectas y escuelas religiosas de tendencias muy opuestas. Unas no son más que una reacción a la influencia europea y se vuelven hacia el vedismo tradicional; otras, como la fundada por el brahmán Ramakrisna Paramahamsa, enseñan que todas las religiones tienen por meta el mismo Dios; y otras, en fin, adquieren un aspecto de reforma social y se fundan en doctrinas teístas y contrarias a la idolatría, como la iniciada por Ram Mohan Roy.

 

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