miércoles, 26 de septiembre de 2018

CHINA: MITOLOGÍA DE LAS INUNDACIONES Y DE LA CREACIÓN DEL SOL


Seres míticos o dioses son Kun y su hijo Yue. Los dos están emparentados con el tema mitológico de las inundaciones, muy general en China.

Aunque se trata de seres que poseen rasgos humanos, debe tenerse en cuenta que el nombre del primero, Kun, encierra un elemento que significa "pez", y el segundo, Yue, se halla en una situación análoga. Uno de los rasgos con que se escribe su onomástico es común a las grafías que indican animales, como los insectos o el tigre. El mito, o serie de leyendas, que importa a ambos trata de la avenida de un río que sembró la destrucción, mientras sobrepasaba las cimas más altas y llegaba a los límites de los cielos. A los clamores de las gentes, Ti, el Señor (identificable con el dios supremo Sang-ti), ordenó a Kun que pusiera fin a la inundación. La tarea no fue fácil.
 


Kun luchó estérilmente durante diez años contra las aguas. Su fracaso hizo que Yao, Señor supremo, hiciera ejecutarle en Yu-San ("La Montaña con plumas") y que mandara a Yue, hijo de Kun, para sustituirle. Escarmentado por lo ocurrido a su padre, Yue no imitó su proceder, sino que hizo que las aguas fuesen a parar al mar a través de los canales que acondicionó.
 
Otra versión del mismo tema mítico cuenta que Kun robó al Señor supremo una tierra mágica, que tenía la virtud de crecer sin descanso. Los diques que construyó con aquella tierra tenían por finalidad dominar las aguas; pero resultaron inoperantes. Por ello, y a causa de la indignación que le produjo el hurto, el Señor supremo le hizo ejecutar en Yu-San. El cadáver de Kun estuvo sin sepultar, incorrupto, hasta que un ser ignorado abrió de un espadazo su vientre y de él salió Yue. Kun se convirtió entonces en un animal: oso pardo, dragón amarillo, tortuga de tres patas o pez negro, y se hundió en Yu-Yuan ("Golfo de las plumas").
 
Yue prosiguió la obra paterna con la ayuda de un dragón que, volando ante él, marcaba con la cola en la tierra los sitios en que habrían de practicarse los canales que desaguarían la riada. Yue trabajó con tanta intensidad durante unos diez años, que no tuvo ocasión de visitar a sus familiares, y, a consecuencia de la fatiga, se quedó calvo y cojo, y las uñas se le cayeron. Sin embargo, logró lo que se proponía.
 
Tu, la joven con quien Yue se casó durante su lucha contra la inundación, se convirtió en piedra cuando su marido, mientras excavaba una montaña, se transformó de pronto en oso. Pero, como se hallaba encinta, Yue corrió hacia ella y le imploró que le diera su hijo. La piedra se abrió y le entregó un niño, Chi.
 
Muchas historias se relatan sobre Yue. Se cuenta de él que fue un viajero incansable que estuvo en tierras legendarias, como la del árbol del lugar en que nace el Sol o la de las gentes desnudas. También llegó a ser, gracias a sus proezas guerreras, señor de diez mil pueblos; los espíritus y los nobles dependieron de él. Es, en suma, un ser divino, que descendió del cielo, para enfrentarse con una inundación (que no tuvo el pecado por origen), con el fin de hacer habitable la tierra para los hombres y crear la vida sedentaria y estable. Por ello, representa la primera fase de la civilización.


 
Merece la pena exponer el mito (o mitos) de la creación del Sol.

En un principio existieron diez soles, cada uno de los cuales surgía al comenzar cada uno de los diez días de que constaba la semana en China; pero en cierto momento los diez soles aparecieron simultáneamente y el mundo estuvo amenazado de perecer en una conflagración.

En esto, Hou-yi, que destacaba por su destreza en el manejo del arco, asaeteó a nueve de ellos y dejó uno para que recorriera el firmamento e iluminase la tierra.

Por orden del Señor supremo, Hou-yi mató a una porción de monstruos que aterraban a los humanos. En cada uno de los soles mencionados habitaba un cuervo dotado de tres patas.

El establecimiento del curso del Sol, la Luna, las estrellas y constelaciones fue obra de Hsi y Ho. Estos nombres corresponden a dos grupos de tres hermanos, los dos mayores tuvieron que ejecutar la labor mencionada; los restantes se encargaron de regir determinados espacios de dicho curso.

En fuentes posteriores aparecen resumidos en un solo nombre, Hsi-ho, cuya personalidad se concibe de dos modos, bien como la de un ser divino, director de cultos, creador del calendario, pronosticador, vigilante de los puntos celestes e inspector de los mismos; bien como la madre de los diez soles, que vive más allá del mar del Sudeste, donde baña a sus hijos uno tras otro en el Kan-yuan ("Golfo Dulce").



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