martes, 6 de marzo de 2018

RELIGION Y MITOLOGÍA DE EGIPTO

 
Ya indicó el famoso egiptólogo francés Eduardo Drioton, muerto en 1964, que la religión egipcia, como otras del antiguo Oriente, no satisface por completo el concepto que los modernos tenemos de la religión.
 
Enumeraba entre los factores que contribuyen a esta diferencia los siguientes: la carencia de libros sagrados que contengan una revelación, pues los Textos de las Pirámides, los Textos de los Sarcófagos y el Libro de los Muertos, no pueden ser tenidos por tales, como lo prueba la total sustitución de unos por otros en el transcurso de los siglos; la falta de un magisterio que defina su credo, salvo en el caso de Ajenatón, quien, en su reforma religiosa, fue el autor de lo único que puede considerarse una herejía en la larga historia de Egipto; y la ausencia absoluta de símbolos de fe que, por ser una condensación de la doctrina, permitieran hacer profesión de fe por medio de unas cuantas frases.
 
La privación de elementos tan esenciales para la economía de una religión viva, como son la revelación escrita, el magisterio y los símbolos de fe, se explica principalmente por la misma historia del pueblo egipcio, que influyó de manera considerable en la formación de su mitología, la cual tiene origen en un cúmulo de creencias locales. Además, muchos de sus episodios no son más que la transposición al terreno religioso de hechos políticos y militares ocurridos entre los hombres.
 
Un caso patente, que sirve para ejemplificar esta situación, es el del mito de Osiris, el dios de los muertos. Este dios pereció víctima de su hermano. Seth; su cuerpo, arrojado al Nilo, derivó hasta el puerto sirio de Biblos, en el que lo encontró su esposa Isis, quien lo llevó a Egipto, donde su amor hizo que resucitara.

Aunque el alcance de la personalidad de Osiris, y sus diversas funciones, poseen otros motivos, se ha visto en él un soberano que había reinado antes de transformarse en deidad. El futuro dios era rey de la ciudad de Busiris, en el Bajo Egipto y aliada de Biblos, la cual gozó de una gran expansión económica hacia Asia y el sur del país.

Surgieron conflictos entre Busiris y los príncipes feudales del Alto Egipto (Seth y sus auxiliares) y, en el año veintiocho de su reinado, Osiris murió en una batalla contra ellos. Hubo luego una larga guerra civil en el Bajo Egipto, hasta que Letópolis (Isis) impuso su hegemonía en el Delta (por lo tanto, hizo que Osiris resucitara).

Sabida es la importancia que tiene el Nilo para Egipto. En realidad, éste no es más que el valle del río, desde la catarata que salva en Asuán hasta su desembocadura en el Mediterráneo. Forma una especie de corredor limitado en ambos lados por el desierto, salvo en el Delta, cuyo suelo está formado por aluviones. La falta de lluvias se compensa con la prodigiosa fertilidad que se debe a la inundación anual del Nilo, que ocurre entre julio y octubre.

Las poblaciones prehistóricas se establecieron en este valle a causa de la desecación sufrida por África, y se reunieron en clanes que, en el año 3000 a. de J. C., se habían convertido en dos reinos soberanos: el del Alto y el Bajo Egipto.

El legendario monarca llamado Menes, rey del Sur, conquistó el reino del Norte y estableció la monarquía faraónica gracias a la unificación definitiva del país. El cambio se produjo sin que se alterasen las instituciones, pues Menes se contentó con apropiarse los tradicionales privilegios del vencido.

En cuanto a la religión, se limitó a sustituir al soberano del Bajo Egipto en su rango de hijo y gran sacerdote de todas las deidades del Delta.

La historia egipcia se divide en los siguientes períodos y dinastías:

- Época tinita (3300-2778?), I-II dinastías.
- Imperio Antiguo (2778-2263?), III-VI dinastías.
- Primer período intermedio (2263-2050?), VII-X dinastías.
- Imperio Medio (2050-1785?), XI-XII dinastías.
- Segundo período intermedio (1785-1580), XIII-XVII dinastías.
- Imperio Nuevo (1580-1085), XVIII-XX dinastías.
- Época Baja (1085- 333), XXI-XXX dinastías.

Estaría fuera de lugar el intento de trazar aquí toda la historia egipcia, aunque fuera en resumen. No obstante, es menester dar una idea de su evolución religiosa a través del desarrollo histórico, a fin de destacar los grandes cambios, inquietudes o revoluciones que en el culto nacional egipcio ocurrieron. La parquedad de datos o la deformación de los mismos se debe a que sólo se conocen a través de inscripciones o informes oficiales, en que la descripción queda embotada por la superficialidad de las fórmulas.

Los Textos de las Pirámides conservan eco de las luchas religiosas prehistóricas. Producida la unificación de Egipto hacia el año 3000 a. de J. C., la familia real pretendió descender del dios Horus. La V dinastía (hacia 2560) orientó la religión egipcia hacia la adopción de la mitología heliopolita, doctrina oficial de la monarquía, casi hasta el fin de la civilización faraónica :

Horus el Halcón se identificó con Atum, dios supremo de la Enéada (grupo de nueve deidades) de Heliópolis, con la forma de Harajtes, y los reyes se proclamaron hijos de Ra (el Sol). La teología o mitología solar, que asimiló las deidades locales, hubo de crear hipóstasis, o aspectos diversos de un mismo Dios, salvo en contados casos, para justificar la persistencia de determinados dioses.

Con la VI dinastía (2300?) la religión de los muertos se democratizó y todas las clases sociales rindieron culto a Osiris; este movimiento se consagró definitivamente bajo la XI dinastía.

La XII dinastía (2000?) hizo que Amón se transformara en Amón-Ra y con tal nombre figuró al frente del panteón egipcio, como dios de la dinastía reinante. A causa del dominio de los hicsos invasores, Amón-Ra se convirtió en dios nacional y, en la lucha por la independencia, en divinidad liberadora.

Llegada la XVIII dinastía, debido a la ampliación del territorio egipcio a expensas de Asia, pasó a ser la deidad conquistadora. Todas estas causas encumbraron a Amón-Ra de manera tan manifiesta, que se convirtió en el dios universal y supremo, de primacía indiscutida.

Tras la reforma religiosa de Amenofis IV o Ajenatón (1372-1354), cuyas circunstancias veremos más adelante, y que supuso una herejía con la que apenas simpatizó el pueblo egipcio, Amón recobró su antiguo puesto y los sacerdotes volvieron a disfrutar de sus exagerados privilegios. Ello dio pie a la aparición de una teocracia, que triunfó políticamente con los reyes-sacerdotes y significó la corrupción de la autoridad soberana y la disgregación de Egipto.

Al extinguirse la XX dinastía, hubo la guerra de los Impuros, partidarios del culto de Seth, que se sublevaron contra los faraones y sembraron el terror en Egipto durante trece años; hasta que el gran sacerdote Amenofis los derrotó y expulsó del país (hacia 1090 a. de J. C.).

El culto de Amón recibió un golpe definitivo con la conquista y saqueo de Telas por Asurbanipal (663 a. de J. C.). Al mismo tiempo que la ciudad dejaba de ser la capital del reino, el dios Amón se trocó en una abstracción teológica y el pueblo reverenció a Bastis y Neit, diosas respectivamente de Bubastis y Sais, capitales sucesivas de Egipto.

Las sacudidas nacionales y las dos dominaciones persas, entre los siglos VI y IV a. de J. C., guiaron a los egipcios al culto de dioses más palpables: los animales sagrados, en los que concentraron la veneración que rendían a las antiguas deidades en otros tiempos. Partiendo de lo individual, fueron a lo general, y del animal, que no abandonaba al vulgo en sus desgracias, llegaron a venerar a toda la especie a que pertenecía.

El helenismo, fruto de la conquista de Alejandro Magno, apartó a los egipcios de sus creencias multiseculares, a pesar de los esfuerzos hechos por los Ptolomeos por unir el credo griego y el egipcio en el culto común de Serapis.

La dominación romana no hizo más que presenciar la acelerada decadencia de la ancestral religión egipcia, la cual se precipitó cuándo penetraron en ella los mandamientos y doctrinas del cristianismo. Puede decirse, en suma, que la religión egipcia estribó principalmente en el culto solar y el de Osiris, el dios de los muertos.


 

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