viernes, 23 de marzo de 2018

LOS CELTAS, PANTEÍSTAS Y NATURALISTAS


Los irlandeses paganos asocian a ese dualismo, y en flagrante contradicción con él, tanto creencias panteístas atestiguadas por una larga invocación que, aparentemente, constituye un fragmento de un antiguo ritual, como doctrinas naturalistas similares a las que encontramos al principio de la Teogonía de Hesíodo. Según éste, la tierra y el cielo existieron antes que los dioses, y son quienes los engendraron.
 
Por un momento, en el Libro de las Conquistas, la tierra, el mar y las fuerzas de la naturaleza parecen ser consideradas más poderosas que los dioses contra quienes se las invoca; asimismo, se les ofrece como testigos de los juramentos.

¿Qué papel desempeñaron el panteísmo y el naturalismo en el mundo céltico?

El panteísmo es una doctrina filosófica que probablemente no haya tenido jamás demasiados adeptos. Pero, en cambio, el culto de los diversos aspectos de la naturaleza (como por ejemplo el culto de las montañas, los bosques, los ríos) puede que haya resultado más accesible a las muchedumbres.
 
Las inscripciones romanas de la Galia nos han conservado dedicatorias a esas divinidades secundarias, como en el caso del dios Vosgos, Vosegus, que no es sino el grupo de montañas que lleva ese nombre; la diosa Ardenas, Arduinna, cuyo nombre está acompañado por dos árboles en la inscripción, y que es un bosque muy conocido; y la diosa Sena, Sequana, cuyo culto parece haberse celebrado principalmente en la zona donde nace dicho río.
 
Volvemos a encontrar la misma idea en el tercer poema litúrgico de Amairgen, donde se destacan las tres invocaciones siguientes:
 
"¡Montaña fértil, fértil! ¡Bosque accidentado! ¡Río de abundante, abundante caudal!".
 
Por lo tanto, ese culto secundario era común a Irlanda y a la Galia (a las que, por otra parte, no pertenecía en exclusiva, ya que también se lo encuentra en Grecia y Roma.
 
El culto a las ciudades, como por ejemplo el de la dea Bibracte entre los Eduens, y el de la fortaleza de Tara, en Irlanda, pertenecen al mismo orden de ideas.

Pero, en el pensamiento de los celtas, todas esas actividades sólo ocupan un segundo plano. Los grandes dioses son aquellos cuyas sangrientas luchas inspiraron los relatos legendarios que constituyen el ciclo mitológico irlandés.
 
Ellos eran quienes recibían en primer término el homenaje de los fieles: porque, según una creencia común tanto a los celtas de las islas Británicas como a los del continente, era de aquellos, de su favor o de su odio, que dependían la prosperidad o la desgracia de los individuos, las familias y los pueblos.

Tal es el resultado general al que parece conducir el estudio de los textos clásicos concernientes a la religión céltica (tanto latinos como griegos) cuando se combina dicho estudio con el empleo de los medios de información de que disponemos actualmente.
 
En primer término, quiero mencionar las inscripciones cada vez más numerosas que, sobre todo desde hace algunos años, salen a la luz en las regiones antaño ocupadas por los galos, y que van a engrosar el material de investigación de los epigrafistas; además, quiero llamar la atención sobre los monumentos figurativos que el celo de M. Alexandre Bertrand ha reunido en cantidad considerable y clasificado tan ordenadamente en las salas del museo de Saint Germain.
 
Y, finalmente, insistiré acerca de las ediciones de textos irlandeses que debemos a los tan prolongados y meritorios trabajos de O'Curry y O'Donovan, a la Academia de Irlanda y a los eruditos celtistas, al eminente paleógrafo, que, desde el punto de vista de nuestros trabajos, son la principal gloria de aquélla; a MM. Whitley Stokes y Windisch, a quienes ningún injusto ataque despojará jamás del honor de haber sido, junto con M. Hennessy, los primeros en dar a conocer la literatura épica de Irlanda en el continente.





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