domingo, 27 de mayo de 2018

LEYENDA EGIPCIA DE LOS DOS HERMANOS


Se titula esta leyenda "Los dos hermanos" y se cree que fue escrita el siglo XV antes de J. C. Hacemos notar la remotísima antigüedad de esta leyenda, que sin duda hubo de trasmitirse oralmente por espacio de muchos años de una a otra generación antes de transformarla en obra literaria. Su postrera versión es de M. G. Maspero.
 
Erase una vez dos hermanos, llamados Anepu y Batau. El primero, que era el mayor, tenia casa y mujer y el menor vivía con él, tejía los vestidos, apacentaba los rebaños, cultivaba las tierras, trillaba el trigo y no tenia quien le igualase en todos estos oficios en la tierra de Egipto.

Cada noche conducía los bueyes a la granja, se sentaba con la esposa de su hermano, bebía, comía y se retiraba al establo. Por la mañana, así que estaban cocidos los panes, los ponía delante de su hermano y salía luego llevándose los bueyes que le decían en donde era buena la yerba, de modo que engordaron y se multiplicaron en extremo.
 
Cuando llegó la época de labrar los campos, dijo el hermano mayor:
 
- Trae las yuntas, que ya las aguas se retiraron de la tierra Ven y tráete las semillas.

Estaban pues los dos hermanos en los campos labrando y muy contentos de su tarea cuando el mayor dijo otra vez:
 
- Ve a casa y trae semillas.
 
Fue en efecto Batau a la casa y encontró a la mujer de su hermano, que se estaba peinando y la dijo:
 
- Dame semillas, que he de llevarlas al campo.
 
Y ella le respondió:
 
- Abre el granero y toma lo que gustes, no sea que andando vaya a deshacerse mi peinado.



Entonces tomó el mancebo un gran jarro, lo llenó de trigo y cebada e iba a partir, cuando la joven le preguntó:
 
- ¿Cuántas cosas llevas ahí?
 
Le respondió el mancebo:
 
- Tres medidas de cebada y dos de trigo.
 
- ¿Tienes pues mucha fuerza? replicó ella; yo he visto cada día tu vigor.
 
Así diciendo se levantó y cogiéndole añadió:
 
- Ven, descansemos juntos una hora. Engalánate, voy a darte hermosos vestidos.
 
Al oír esto el mancebo se puso furioso como una pantera del mediodía, de modo que su cuñada se llenó de espanto.
 
- ¡Tú eres para mí como una madre! exclamó Batau. ¡Tu marido es para mí como un padre! Es mi hermano mayor y le debo mi presente existencia. Lo que acabas de decirme es una cosa abominable. No me la repitas, que yo a nadie la contaré.

Tras esto cogió otra vez el jarro y fuese al campo.
 
Sin embargo, la mujer se asustó de lo que había dicho, quiso enmendarlo y para ello desordenó sus vestiduras y al llegar el hermano mayor a su casa encontró a su mujer tendida en el suelo en vez de salirle al encuentro para echarle agua a las manos y ofrecerle una lámpara. Viéndola Anepu en tal estado le preguntó:
 
- ¿Quién ha hablado contigo?

- Nadie más que tu hermano. Cuando vino a buscar semillas me encontró aquí sola y me dijo:

-Ven, descansemos juntos una hora; adorna tu cabellera; pero yo no quise escuchar, antes bien le respondí:

- ¿No soy por ventura tu madre y tu hermano mayor no es un padre para ti? Esta respuesta le llenó de temor y me golpeó para que no me atreviese a contarte lo que había pasado.
 
Piensa que si vive soy muerta, porque yo no dudo que cuando venga esta noche me ha de matar.
 
El hermano mayor se enfureció como una pantera del mediodía, aguzó un cuchillo y se ocultó detrás de la puerta del pesebre.
 
Cuando se hubo puesto el sol y el menor cargado con las yerbas de los campos conducía el ganado a la casa, la vaca que iba delante volvió la cabeza y le dijo:
 
- Guárdate, que tu hermano mayor te espera con el cuchillo en la mano para matarte.
 
Pasó tras esto otra vaca y le repitió la misma advertencia. Miró entonces debajo la puerta y viendo los pies de su hermano tiró las yerbas y echó a correr.
 
Su hermano lo advirtió y saliendo del pesebre echó también a correr tras él.
 
- ¡Oh mi buen señor! gritó Batau invocando al dios Sol, tú eres quien distingue lo verdadero de lo falso.
 
Oyó el Sol su queja e hizo llover una agua llena de cocodrilos entre los dos hermanos, de modo que el uno quedó a un lado de la lluvia y el otro al lado opuesto.
 
- Espera a mañana, dijo el menor. Cuando salga el Sol me defenderé delante de él y probaré la verdad, pues desde ahora ya no estaré contigo ni volveré a encontrarme donde tú te halles: iré al valle del Cedro.
 


Al día siguiente cuando volvieron a verse los dos hermanos, dijo el menor:

- ¿Por qué quisiste matarme alevosamente sin oír la palabra de mi boca? Yo soy tu hermano menor, tú eres para mí como un padre; tu mujer es para mí como una madre. Ella me dijo cuando me enviaste a buscar semillas:

- Ven, descansemos juntos una hora; ¿será que ella te lo ha contado de otra manera?
 
Después de haber explicado todo lo que había sucedido puso por testigo de su veracidad a Ra —Harmachis— el dios Sol en ambos horizontes y exclamó:
 
- Haberme querido matar alevosamente escondido detrás de la puerta del establo es una infamia.
 
Al decir esto tiró de un cuchillo muy afilado, se mutiló y echó al rio el órgano de la generación que fue inmediatamente devorado por un oxirinco.
 
Esto afligió extremadamente al hermano mayor que se echó a llorar con gran desconsuelo.
 
El menor le recordó entonces cuanto había hecho por él y concluyó sus reproches diciéndole:
 
- Iré al valle del Cedro y voy a decirte lo que harás por mí: vendrás a cuidarme cada vez que sepas que me ha sucedido algo. Encantaré mi corazón, lo depositaré en la corola de la flor del Cedro y si cortan el Cedro y cae mi corazón al suelo tú lo vendrás á buscar. Aunque te cueste siete años de pesquisas no te desalientes por esto. Cuando lo hayas encontrado, ponlo en un jarro de agua fresca y volveré a la vida, cuando me suceda alguna cosa lo sabrás, porque poniéndote en la mano una vasija de cerveza la verás de pronto echar espuma.

Dicho esto se dirigió al valle del Cedro. El hermano mayor volvió a su casa puesta la mano en su cabeza, llena de polvo y mató a su mujer y la echó a los perros.
 
Batau pasaba los días en el valle del Cedro cazando y cada noche volvía a acostarse al pie del árbol.


Un día encontró al ciclo de los dioses que iba a regular los destinos de la tierra y los dioses le dijeron:
 
- ¿Vas a vivir siempre solo porque dejaste tu país huyendo de las acusaciones de la mujer de Anepu tu hermano mayor?

Todos se apesararon ante su aislamiento y Ra -Harmachis- dijo a Knoum:

- Fabrica una mujer para Batau a fin de que no esté solo.

Knoum obedeció ofreciendo una compañera para él, más hermosa que todas las mujeres de la tierra.

Vinieron luego los siete Hathores, la examinaron y dijeron:

- Morirá de muerte violenta.

Batau que la amaba mucho le dijo un día:

- No salgas de la casa, no sea que te robe el rio. Yo no podría librarte porque soy una mujer como tú. Mi corazón está encima de la flor del Cedro y si alguien lo descubriese me batiría con él.

Un día que según su costumbre había salido a cazar, la joven salió a dar un paseo y al llegar al Cedro vio que el rio subía persiguiéndola y se refugió en la casa. Entonces el rio le dijo al Cedro:

- Quiero apoderarme de ella.

El Cedro no quiso entregarle sino un bucle de cabellos que el rio llevó a Egipto dejándolo en el paraje donde se encontraban los lavanderos del faraón.

Las ropas del rey quedaron de súbito tan maravillosamente perfumadas con el olor de este bucle, que el jefe de los lavanderos lo llevó a palacio.

Se consultó a los Magos y estos dijeron:

- Este bucle pertenece a una hija de Ra -Harmachis- ¡Oh, tú, a quien la tierra tributa homenaje! envía mensajeros hacia el valle del Cedro para que traigan a esa mujer.

Accedió a ello el rey; mas los mensajeros no volvieron, porque Batau los mató a todos, menos a uno que logró salvarse y dar parte de lo ocurrido. Entonces se envió una expedición de la cual formaba parte una mujer provista de preciosas alhajas y esta vez la esposa de Batau fue llevada a Egipto, en donde el faraón la elevó a la categoría de princesa.

Consintiendo ésta en revelar la condición de su marido, le dijo al rey:

- Haz que corten el cedro y lo derriben.

Y fueron al bosque unos arqueros provistos de instrumentos, y cortaron el cedro con la flor que contenía el corazón de Batau.

Al día siguiente cuando su hermano Anepu entraba en su casa y tomaba asiento para lavarse las manos le presentaron un jarro de cerveza que instantáneamente se puso a espumar. Cogió el bastón y las sandalias, fue al valle del cedro y encontró a su hermano que yacía inanimado en el suelo. Al presenciar tan triste espectáculo se echó a llorar y se dirigió al árbol en busca del corazón de su hermano.

Hacia cuatro años que buscaba en vano cuando Batau deseó volver a Egipto y dijo:

- Iré mañana por la mañana.

En la tarde de ese día Anepu al volver, descubrió una piña de cedro y al cogerla encontró debajo de ella el corazón de su hermano. Lo puso en una vasija de agua fresca y al llegar la noche cuando hubo absorbido todo el líquido, Batau se estremeció de pies a cabeza, miró fijamente a su hermano y se desmayó.

Entonces Anepu tomó la vasija, hizo beber su contenido a Batau y volviendo el corazón de éste a ocupar su puesto, se abrazaron los dos hermanos y se pusieron á conversar.

- Ahora, dijo Batau, voy a transformarme en un gran toro que tendrá todas las buenas señales.  Tú siéntate sobre mis espaldas.

Dicho esto, se encaminaron a la corte del faraón en donde se encontraba la mujer de Batau y a la vista de aquel hermoso toro se regocijaron todos en extremo, teniendo por gran milagro su inesperada aparición. Anepu volvió a su casa cargado de magníficos presentes y seguido de un gran número de servidores.

Entre tanto entró el toro en el harén del faraón y acercándose a la princesa le dijo:

- Ya ves como aun estoy vivo.

- ¿Y quién eres tú? preguntó ella.

- Soy Batau. Tú habías maquinado la destrucción del cedro para acabar con mi existencia y sin embargo vivo todavía en forma de toro.

Luego salió del harén dejando a la princesa llena de espanto. Cuando fue el rey a visitarla le dijo ella:

- Júrame que has de hacer lo que yo te pida.

Lo otorgó el faraón y ella prosiguió:

- Quisiera comerme el hígado del toro, pues no sirve para nada.

Esta petición produjo una consternación general y afligió en extremo al monarca. Se celebró una gran fiesta en honor del toro; pero al degollarle sacudió la cabeza y lanzó dos gotas de sangre de las cuales nacieron dos perseas a entrambos lados de la puerta principal del palacio del faraón. Cuando éste lo supo salió de su alcoba de lazulita, ceñido el cuello de floridas guirnaldas y montado en su carro de bronce fue a ver las perseas, sentándose en medio de ellas. La princesa le siguió en su carro y al verla el árbol exclamó:

- ¡Ah pérfida! soy Batau y vivo todavía.

Algunos días después comiendo la favorita con el rey le dijo:

- Júrame que has de hacer lo que yo te pida.

Lo juró el faraón y le dijo ella entonces:

- Haz que derriben estos árboles.

Envió el rey hábiles obreros que cortaron inmediatamente las perseas; pero mientras las cortaban voló una pequeña astilla entrando en la boca de la princesa, que concibió en el acto.

Cuando hubo parido un hijo varón fue a decirlo al rey, quien hizo llamar nodrizas para criarlo y sirvientas para mecerlo y hubo mucha alegría en toda la tierra de Egipto.

El niño fué elevado a la categoría de hijo real de Konsh y declarado heredero presuntivo del trono.

Cuando murió el faraón, dijo Batau:

- Vengan los grandes consejeros de Su Majestad y les revelaré todos los hechos que han pasado entre yo y la princesa.

Esta fue llevada a su presencia, la acusó ante sus jueces y se ejecutó la sentencia.

Batau reinó en Egipto por espacio de veinte años sucediéndole en el trono Anepu su hermano mayor.

M. Jules Soury, pregunta con mucha razón ¿quién es ese Batau que renace bajo la forma del buey Apis? y responde a renglón seguido: Todo el mundo ha reconocido en este personaje a Osiris.

En tiempo del nuevo imperio egipcio se contaba que los restos del dios arrojados al mar en un cofre y llevados dulcemente por las olas a la orilla de la santa Byblos sobre un brezo florido, se habían visto rodeados y enteramente cubiertos de improviso por una frondosa vegetación. En esto admirado el rey del país del maravilloso crecimiento de un tamarisco hizo cortar el tronco que contenía el cofre de Osiris fabricando con él una columna para sostener el techo de su palacio.

Isis lo supo, acudió a la ciudad de los misterios y sentada cerca de una fuente lloraba inconsolable a su hermano y esposo. Por la noche, convertida en golondrina, revoloteaba dando plañideros chillidos en torno del pilar de madera. Por último apareció la diosa, arrebató esa columna en donde yacía el buen Osiris y gimió amorosamente sobre su ataúd.

Los egipcios de la XVIII dinastía invocaban el alma santa de Osiris que reside en el árbol Nar. En un bajo relieve esculpido en un reinado de la XXII dinastía se ve el arbusto, al pie del cual llevó el agua el féretro de Osiris: los jeroglíficos dicen que es el arbusto del cofre y este lleva esta inscripción: Llegada de Osiris.

Para este sabio escritor es indudable que las leyendas de otros jóvenes dioses solares vinieron de Asia, Siria, Fenicia y el Asia Menor hacia la época de la XVIII y la XIX dinastía a mezclarse con el mito de Osiris cuando los Thotmes y los Ramsés conquistaron el mundo y las guerras y el comercio produjeron una penetración recíproca del genio egipcio y el genio asiático y las ideas y la lengua de los arameos invadieron todo el valle del Nilo.

Al mismo tiempo, añade, las naciones del Asia anterior adoptaron también el culto de Osiris, creyendo ver en el dios más popular de las riberas del Nilo que muere y resucita eternamente bajo las lágrimas y los besos de las mujeres, al Adonis de Siria y al Atys de Frigia.

Según M. François Lenormant esta leyenda de los Dos Hermanos con ninguna tiene tanta analogía como con la de los frigios. M. Soury hace notar que en efecto los pueblos de Asia Menor y de las islas del Mediterráneo invadieron varias veces las llanuras del Delta siguiendo a las naciones arameas o libias coaligadas contra los Ramsés.

Tal vez el mito de Atys despojado de su carácter religioso fue importado en Egipto por mercaderes fenicios.



 

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