viernes, 9 de marzo de 2018

LA CREACIÓN EN LA MITOLOGÍA GERMANA


Son germanos los pueblos que vivieron y viven en la península Escandinava y en las poblaciones de la antigua Alemania. No obstante, la mitología y el panteón de unos y otros no coinciden exactamente, y ello supone grandes dificultades para la exposición clara de sus creencias religiosas en poco espacio.
 
Los conocimientos que tenemos sobre la religión germánica se basan en fuentes. clásicas (historiadores latinos), eclesiásticas, medievales y modernas. En el ámbito escandinavo destacan las fuentes poéticas, conocidas con los nombres de Edda y Saga. Todos estos documentos nos revelan que la antigua religión germánica pasó por diversas fases, muy interesantes desde el punto de vista de la historia de las religiones, de las que aquí prescindimos por razones obvias.

El cadáver de Ymir sirvió de materia al mundo

 
Los pueblos nórdicos tuvieron varias leyendas sobre el origen del mundo. Según éstas en un principio no existía más que un abismo, un vacío en el espacio, que acabó por condensarse en dos partes, una brumosa y otra cálida.

 
Las brumas, Niflheim, poseían el manantial Hvergelmir, del que nacían doce ríos, cuyas aguas, convertidas en hielo, proporcionaron la materia sólida primordial.
 
Muspellsheim era la parte calurosa, la de las llamas. Del encuentro de ambas zonas, por condensación de lo glacial, nació Ymir, ser colosal, relativamente semejante al hombre y antepasado de la primera sustancia del mundo y de los gigantes.
 
Mientras el hielo seguía fundiéndose, surgió la vaca Audumla, cuya leche nutrió a Ymir, y después apareció Buri, ser andrógino, el hijo del cual, Bor, casó con la hija de un gigante y tuvo tres descendientes: Vili, Ve y Odín.

Estos dioses quisieron organizar el caos, mataron a Ymir, y todos los gigantes, salvo uno, se ahogaron en la sangre de su antepasado. Desde entonces dioses y gigantes están enfrentados.
 
El cadáver de Ymir sirvió de materia al mundo: lanzado al abismo, su carne se convirtió en tierra, sus huesos en montes y su sangre en mar; sus cejas se trocaron en Midgard, el país de los humanos, su cráneo en la bóveda del firmamento y su cerebro en nubes. El Sol, la Luna y las estrellas fueron chispas de Muspellsheim.
 
La morada de los dioses se hallaba en el centro del mundo y se llamaba Asgard; desde ella Wotan vigilaba el universo. La primera pareja de mortales recibió el nombre de Askr y Embla, y fue de creación divina.
 
Además, se estableció Hel, la región de los muertos, situada en un lugar subterráneo, y Utgard, reino inhóspito en el que vivían los gigantes. Los héroes que lo merecían no moraban en Hel, sino en el Walhalla, en un principio subterráneo y después colocado en el cielo. Todos los muertos con prez en el combate iban a parar a él y en él disfrutaban de la compañía de Wotan, de las Walkyrias y de los dioses guerreros, y participaban en luchas y combates.
 
Hay otra concepción cosmogónica muy distinta de la expuesta, pero no incompatible con ella. Se trata de la del fresno Yggdrasill, que cobijaba al mundo bajo sus ramas y cuyas raíces se extendían hacia el mundo de los vivos, el reino de los gigantes y la mansión de los difuntos. De su ramaje caían gotas que fecundaban la tierra y asimismo albergaba o alimentaba a distintos animales fantásticos, como, por ejemplo, la cabra Heidrun y el dragón Nidhóggr. Los dioses se reunían al pie de él para administrar justicia, pues era el sitio del pozo de Mimir, sede de la razón y de la sabiduría.
 
En el arranque del tronco de Yggdrasill estaba enterrado el Gjallarhorn, diezny que sonaría para anunciar el fin del mundo. Este ocurrirá como el desquite de las fuerzas del mal sobre los dioses que ordenaron el universo.
 
Los gigantes, los que moran en Hel, Sutr, monstruos, etc., acometerán a los seres divinos en el llano de Vigridr, de mil leguas cuadradas de extensión, y habrá peleas singulares en medio de la batalla general en las que todos los dioses, desde el más principal hasta el más insignificante, perderán la existencia. Los hombres, sin defensores,  desaparecerán de la Tierra, los lobos devorarán el Sol y la Luna, y las estrellas caerán del cielo; habrá una conflagración mundial, seguida de distintas catástrofes hasta que todo se pierda.
 
Así se castigará la debilidad de los dioses, que incurrieron en el crimen, la codicia y la traición. Sin embargo, la vida renacerá cuando la Tierra surja una vez más de las olas y en el Idavellir se encontrarán los dioses más puros y la pareja humana, Lif y Lifdrasir, que se había refugiado en el tronco del fresno Yggdrasill, será el origen de una nueva raza de hombres.
 
 
 
 

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